viernes, julio 28, 2017

Escrache / Escrachar




Hay palabras que, independientemente de su origen y de la circunstancia en que han nacido, gracias a situaciones sobrevenidas, se vuelven cotidianas

Mario Néstor Oporto es un profesor de Historia y  político argentino contemporáneo que, sea por mecanismos de elección popular sea por designación, se ha paseado por muy diversos cargos oficiales en distintos gobiernos. Actualmente es diputado por la provincia de Buenos Aires. Su trayectoria política no es nada diferente de lo que pueda haber sido la de muchos dirigentes latinoamericanos. Ha recorrido diversas instancias partidistas que van desde la sencilla afiliación a organizaciones de arraigo popular  (por ejemplo, el peronismo y el justicialismo) hasta su pertenencia a otras de menor jerarquía y alcance nacional, algunas incluso fundadas por él mismo, como es el caso del llamado SUD (Soberanía, Unidad y Democracia). Comenzó en los ya lejanos años setenta del siglo pasado y ha tenido muchas oportunidades de conocer el contexto de la administración pública y los vaivenes de la llamada sociedad civil.  Su nombre viene a cuento en esta duda debido a que este caballero declaró en cierta ocasión haber sido víctima de ese curioso fenómeno de protesta que ya se conoce universalmente como el "escrache". Naturalmente que no ha sido el único, por cuanto cada vez dicho procedimiento de protesta toma más arraigo, pero sí fue uno de los primeros que, aun habiéndolo padecido, aceptó la eficacia del mismo, muy a pesar de que además confesó cómo lo había afectado no solo a él sino también a su familia.

No ha sido fácil para la filología dar con el origen que la palabra "escrache" ha adquirido en los predios de la política y la ciudadanía. De acudir al Diccionario de la lengua española (DLE), se encontrará que no está registrada como tal. Allí solo tiene asiento en forma de verbo ("escrachar"), con expresa nacionalidad americana, por cuanto se le marca como propio de las formas coloquiales de Argentina y Uruguay, países en los que, según ese repertorio, tiene dos significados muy específicos: "destruir o aplastar" y "fotografiar a una persona". Nada que tenga que ver con manifestación pacífica de descontento ante políticos o funcionarios.

Para encontrar esta segunda posibilidad debemos acudir al Diccionario de americanismos (DA), en el cual se nos aclara un poco más el panorama. En esa segunda fuente sí se registra específicamente la voz "escrache". Por una parte, se la relaciona con el vocablo inglés scratch ("rasguño" o "rasguñar", "rasgar"), motivo por el cual se utiliza en el español de Estados Unidos como "arañazo". También podría traducirse como "rayón", de donde podríamos relacionarlo con la expresión venezolana "rayar a alguien", usada para hacerlo quedar mal o ridiculizarlo ante  otros. La otra acepción es realmente la que más se ha popularizado en este tiempo y en nuestros países. Alude a los eventos en los cuales se denuncia a una persona pública a la que se considera incursa en hechos poco gratificantes y lesivos para la población: injusticia, desgobierno, corrupción o cualquier otra conducta que de alguna manera la haya perjudicado.  También se indica que usualmente ese tipo de protesta se hace "frente a su domicilio o en algún otro lugar público al que deba concurrir la persona denunciada".

Es un hecho entonces que, más allá de su significado original y su registro como verbo con una acepción diferente a la que se utiliza en estos días, el término "escrache" y la manera de usarlo han traspasado el espacio del Cono Sur y ahora forman parte del inventario general del español. Ha roto las fronteras geográficas de los países donde nació para convertirse en parte del vocabulario cotidiano, tanto en América como en Europa. Habremos de agradecerlo entonces como importante aporte al repertorio léxico hispano, debido a que cada vez son más frecuentes las situaciones en las que tenemos necesidad de acudir a él. Según percibimos en los noticiarios de cualquiera de nuestros países,  el "escrache" se ha convertido en un comodín lingüístico que ya rebasa incluso sus límites semánticos primigenios para extenderse a diversos tipos de protesta, ya no solo contra personajes específicos, sino también contra instituciones públicas o privadas, sedes diplomáticas, grupos y hasta eventos. Además, el modo de ejecutarlo no se limita solo a personas que gritan consignas; puede darse también a manera de largos silencios, mediante carteles, pendones u otras modalidades simbólicas (epitafios, simulaciones de tumbas o ataúdes y grafitos).

Igual que ya ocurre, por ejemplo, en la escuela secundaria argentina (en la que se enseña formalmente la palabra y sus implicaciones sociopolíticas), habrá que tomar el término muy en serio y aceptar que, aunque no haya sido todavía registrado en el DLE, cada día surgen situaciones diversas que motivan y estimulan su versatilidad semántica y la necesidad de tenerlo presente y utilizarlo. En el futuro será más que necesario al momento de explicar a nuestros hijos y nietos la actuación de grupos de ciudadanos que acuden al escrache y al escrachado como recurso ante lo que consideran injusto. Y, obviamente, habremos de acostumbrarnos también a su diversidad como verbo de la primera conjugación, aplicable a distintos tiempos y modos: yo escracho, tú escrachas, ellos escrachan...escracharemos... escrachen, escrachaban, escracharon...



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