martes, marzo 31, 2015

Cañeros automáticos



Los viciosos «concañeros» de mi tía Eloína andan en estos días totalmente polar-izados. A tono con la situación que desafortunadamente ya se ha hecho costumbre en el país, se han dividido en dos grupos bien diferenciados y cada cual con una noción distinta sobre las bondades y verdades de la cañandonga. Lo único que los une es la consigna que han tenido desde siempre como emblema común todos los bebedores: en el bar la vida es más sabrosa.
—Bueno, era sabrosa, —los corrige mi parienta— porque si no eres cervecero, ahora para cumplir con tus «beberes» tienes que pagar una bola de billete y parte de la otra. Si no te gusta empinar el codo con el lúpulo fermentado, pues a beber guarapita o sangría caroreña, si acaso, porque vino y ron ni de vaina y escocés o vodka ni para remedio.
La situación ha sido motivada por la medida gubernamental de elevar los impuestos a las bebidas preferidas por el dios Baco, lo que las ha elevado al nivel de esa nueva modalidad económica a la que ahora se llama dólar marginal.  Aclaro, todas las bebidas excepto una, justamente la que más ha contribuido a polarizar el país, la cerveza. Lo que significa que, como sigamos así, apenas podrán sobrevivir en un futuro los beodos bipolares.
Agreguémosle que corre por  todos los botiquines el murmullo según el que tampoco podrás consumir el güisqui al que antes los amigos bromistas denominaban «gasolina» —o sea, el que siempre fuera baratón—, porque, según el gobierno también la gasolina será alcanzada pronto por la avalancha de precios injustos a que ya nos estamos acostumbrando.
Un verdadero golpe a la salud de quienes, para no enloquecer con tantos anuncios y «desanuncios» diarios, utilizan algunos de esos líquidos espirituosos como medicamentos desestresantes, vasodilatadores, antipiréticos o antibióticos. También conseguir medicinas hoy en Venezuela implica hacer rondas desesperantes por las farmacias y no siempre tenemos éxito.  Algo ha de hacerse para evitar tan complicada situación. Caña cara y medicinas ausentes es como demasiado. Lo sensato sería que se busque una solución, ¡un remedio!, que disipe ambos problemas, el de las bebidas y el de los medicamentos escasos, mediante una solución concertada (entre los borrachos y los enfermos).

La salida salomónica que sugiere mi parienta es que se implemente alguna ley húmeda (que sirva de contraparte a la ley seca) según la cual, los fines de semana y en temporadas vacacionales, podamos adquirir en las farmacias bebidas espirituosas a menor costo —puesto que serían dosis mínimas— convertidas en tabletas, cápsulas, jarabes, bálsamos o ungüentos. Que cierren los establecimientos expendedores de medicamentos en esos días no importaría mucho, siempre que también se les conminara a instalar en sus fachadas ventanillas dispensadoras a las que, a falta de mejor nombre, podríamos llamar cañeros automáticos. Un remedio rápido y efectivo para superar tanta dolencia cotidiana. * 
@dudamelodica
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*Publicado originalmente en el diario digital Contrapunto.com / 22-02-2015. Se reproduce aquí con permiso del editor. Imagen aportada por Contrapunto: original del caricaturista Rodolfo Linares
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domingo, marzo 15, 2015

COLECTIVOS ¡TODOS A UNA!



Compleja es la tan repetida palabra colectivo.  Pedantones declarantes no tienen a veces ni la más pura idea sobre su variabilidad semántica. En nuestro medio, la cháchara popular y algunos poco púdicos hablantes públicos (gobernantes, periodistas, parlamentarios, voceros políticos, entre otros) han llevado el término a un desgaste tal que pronto terminará significando cualquier cosa. Sin embargo, ya el vocablo forma parte de lo que la psicología junguiana llamaría nuestro inconsciente colectivo.

La definición que aquí más nos interesa es la tercera que da el Diccionario de la Lengua Española (DILE): «Grupo unido por lazos laborales, gremiales, etc.». En el etcétera cabe todo, naturalmente, y de allí la ambigüedad.  Desde  su modesta cuna latina, la raíz primaria del vocablo estaría en otro que casi parece una marca de perfume: collectio (colección, agrupación), del que colectivo y colectividad son algo así como dignas «descendientas», quizás nietas. Igual que lo es «colectivismo». Todas constituyen una familia y remiten a conjunto o conglomerado.  Un colectivo social es también una familia que puede ser muy bienintencionada o bastante descarriada y perversa.

Una reunión de condominio es, por ejemplo, un despelotado colectivo en el que todos creen tener razón y cada uno quiere gritar más que los otros. También es un colectivo un autobús repleto de pasajeros asustados cuando están pasando por alguna zona a la que consideran peligrosa. Palabras como recua (conjunto de bestias de carga), bandada (de pájaros), piara (de cerdos), cardumen (de peces) son gramaticalmente sustantivos «colectivos». La mojigatería ha llevado a que ahora a ciertos colectivos (relacionados con el mundo virtual) los llamen sifrinamente «redes sociales». A las fúricas reacciones del pueblo, cuando se le ocurre no calarse más algo que le imponen desde las altas esferas gubernamentales, empresariales o celestiales,  suelen llamarlas «histeria colectiva».

También se usa la palabra en otros países como sinónimo de colecta, para aludir a los aportes que hace un grupo al ofrecer un regalo a alguien. Lo mismo que nosotros llamamos «vaca» y los españoles «derrama», recurso al que ahora debemos  apelar cuando necesitamos de las novedosas expendedoras de productos básicos que son los colectivos de los llamados trabajadores informales (vulgo: buhoneros, mercachifles, quincalleros, feriantes o bachaqueros). También son colectivos siempre  muy activos y  desbocados por las ganancias  algunos grupos de empresarios; y lo son los raspacupos, los contratistas, los comerciantes formales... No dejan de ser un colectivo rapaz algunas cadenas de supermercados que sin piedad aprovechan la crisis alimentaria para, entre gallos y medianoche,  elevar a diario  los precios.


Tanto para quienes los han aupado como para otros, determinados  colectivos pueden ser una piedrita en el zapato o una bendición, depende. Porque los hay armados y desarmados, «almados» y desalmados. Mas si se les confronta, se enculebran. Como el de la obra de Lope de Vega titulada Fuenteovejuna, el lema principal de cualquier colectivo siempre será «¡todos a una!».

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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (15-02-2015). Reproduzco aquí con permiso del editor.
http://www.contrapunto.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=15693:la-duda-melodica&Itemid=327
Imagen tomada de Google images.
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