sábado, febrero 28, 2015

MAMBRÚ SE FUE A LA COLA





«Que su boca sea la medida de sus lenguaradas». Eso solía decir mi tía Eloína a quienes  le recriminaban algo con alguna palabreja rebuscada o fuera de lugar.  Es lo que se vive en estos días: la proliferación de palabras que antes significaban una cosa y ahora cualquier alcamonero las utiliza con sentidos más trastocados que góndola veneciana en el río Guaire.

La palabra guerra, por ejemplo,  tiene ahora tantos calificativos y significados que ya da temor utilizarla. Aparte de las archiconocidas guerras mundiales y de las civiles,  hay más tipos de guerras (y de  guerreros) de las que registran los diccionarios. En los sesenta del siglo pasado, familiares y amigos de los soldados estadounidenses que fueron forzados a alistarse para la absurda guerra de Vietnam  pregonaban hacer el amor y no la ídem. Los nietos de ahora dan la guerra pareja porque hacen perder la paciencia a cualquiera.  Un antiguo comercio venezolano se promocionaba atacando la guerra de precios. «¡Guerra es guerra!» le decimos a la madura fémina con la que deseamos un acercamiento amoroso y, si se pone muy dura, pues le espetamos que «en la guerra vale todo». Guerra es un antiguo juego de cartas. Y es el apellido de un siempredeclarante «terconomista» venezolano y  de Juan Luis, el merenguero  dominicano.

 Sin embargo, el Diccionario de la Lengua Española (DILE) solo registra tres significados para el vocablo guerra: el más general (enfrentamiento) y otros dos (guerra abierta y guerra a muerte).  No obstante, en estos aciagos y angustiosos días venezolanos se escucha o se lee que, sin desparpajo, cualquier entrevistado de medio pelo se ensaliva las comisuras de los labios hablando  de guerras de baja, mediana y alta intensidad, de guerras (a)simétricas y a  cualquier otra vaina la tildan de «guerrosa» o «guerrerosa».

La guinda de todo esto es la que ha buscado cambiarle el sentido original a las palabras cola y fila para darles el significado de «guerra». Según eso, vivimos en una constante, contante y sonante situación de guerra cotidiana. No es propiamente una guerra fría porque a las colas  acudimos bien calientes.  Hoy juego a la guerra en el súper Tal, dice el ama de casa preocupada por la falta de azúcar. Mañana haré el amor y no la guerra en el automercado Cual, aduce el tramposo bachaquero. «Prohibidas las guerras nocturnas» han decretado algunos gobernadores.  «¡Soy de la tercera edad, tarúpidos, necesito lubricante para hacerle la guerra a mi mujer! », escuché decir a un señor mientras le reclamaban estar coleándose para comprar aceite vegetal.

 Y el chino de mi barrio, propietario de la taguara Abasto Mao, se dejó de bromas y para conservar sus buenas relaciones con la inmensa cantidad de guerreros que desde la madrugada pueblan las afueras  de su campo de batalla (es decir, de su establecimiento), ha puesto un letrero que no deja lugar a dudas:

«Lespetados guelelos coleros y coleados,  contad con una «helmosísima» leplimenda de las fuelzas del olden aun siendo inocentes buscadoles de pañal, halina plecocida, detelgente, aló chino o papel pa limpiá la colita».

                                                                                  @dudamelodica

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Fuente: publicado originalmente en www.contrapunto.com 08/02/2015  Caricatura original de Rodolfo Linares
Se inserta aquí con permiso del editor
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