domingo, julio 10, 2016

TUITEROS SOMOS Y EN EL CAMINO ANDAMOS



Acerca de Twitter y su inmersión ya ineludible e inevitable  en la comunicación social contemporánea



Una noticia sobre las llamadas redes sociales ha saturado diversos espacios y medios de comunicación en estos días: Twitter acaba de cumplir diez años. Muchos se mostrarán indiferentes ante este hecho; a otros pudiera resultarles fútil o intrascendente el acontecimiento. Quizás haya quien crea que esto no tiene ninguna importancia porque tal vez no resuelve algunos de los diversos problemas cotidianos tan propios de estos tiempos en los que en el planeta se cruzan las lluvias torrenciales con sequías impredecibles, nevadas inesperadas u otros fenómenos naturales de dimensiones inéditas. No obstante, la noticia es esa: Twitter ha llegado a la década y, según sus propias estadísticas, cuenta ya con 320 millones de usuarios en todo el mundo. Les guste o no a nuestros actuales próceres, nació en el “imperio mesmo”, en 2006, y uno de sus creadores (Jack Dorse) prefiere aludirla como “red informativa”. Lo de “red social” no le cuadra mucho, debido al mayor énfasis que el pajarito azul  pone en los contenidos. Discusión bizantina en la que no deseamos engancharnos, pero algo sí hay que precisar: la información y la comunicación servirían de muy poco si no tuvieran incidencia en lo social. Punto en boca y no digo más, señor Dorse.

Motivada por este singular aniversario, mi tía Eloína me ha sugerido que escriba acerca de esto y cumplo entonces con su solicitud. Comienzo diciendo que, al haberse vuelto tan importante y tan cotidiano para las comunicaciones habituales, este sistema ha logrado instalarse incluso en el cuerpo de nuestro idioma. Si acude usted a la versión más reciente del Diccionario de la lengua española (DLE, 2014) encontrará que hay varias palabras relacionadas con el fenómeno que ya gozan de plena aceptación en nuestra lengua. De modo que no es extraño ni inadecuado que algunos hablantes o escritores expresen que han enviado o recibido un “tuit”, o que en algún momento se han planteado “tuitear” alguna idea. Y si ha entrado el verbo, es obvio que también lo haya hecho su completa conjugación (tuiteas, tuitearán, tuiteado, tuitearía, tuiteando, tuitease, tuiteen, etc.). Tampoco son ya extraños los sustantivos “tuiteo” (acción de tuitear) y “tuitero” (persona que tuitea). Lo que no puede recibir carta de nacionalidad idiomática en español es la voz “Twitter”, por tratarse de una marca comercial registrada.

Aprovechando su rol de hablante libertina, mi parienta se ha encaprichado con otra palabra de la familia, excluida por ahora del DLE: tuiteca (acumulación o depósito de tuits). Suele también tildar de “tuitosos o tuitosas” a las personas adictas a esta red,  que,  por lo general, resultan también creyentes incondicionales de todo lo que circula por ella. Mención especial merece el hecho de que no todo lo que fluye por allí es confiable.  Eloína se ha encaprichado además con la forma híbrida “notuitcia”, para referirse a las innumerables noticias que a diario circulan a través de este milagroso sistema de los ciento cuarenta caracteres. También se escucha por allí la expresión “decirlo en un tuit”: expresar algo breve, concisa y muy resumidamente. La palabra “tuitivo”, también registrada desde antaño en el DLE, nada tiene que ver con tuit ni con tuitear. Su relación de familia la asocia con “tuición” (acción de defender).

Hay que añadir que existen tuiteros serios y otros no tanto, desbocados y calmos, reflexivos y fanfarrones, pantalleros y cautos, falsarios y auténticos; que debe utilizarse este medio con la debida sindéresis y ponderación; que valen sin ninguna duda los recortes de palabras o abreviaciones a los que a veces debe recurrirse por las limitaciones de caracteres; que no siempre es adecuado para manifestar públicamente estados de ánimo, emociones o sentimientos personales; que si usted riñe con su pareja,  tiene colitis o triglicéridos de más no tiene por qué tuitearlo; que buena parte de la utilidad efectiva de Twitter radica en saber qué decir, cómo decirlo y para quiénes.


Finalmente, desmárquese de los pedantones que le indican que debe pronunciar “tuírer” o “tuita”, como si usted fuera angloparlante. Tampoco se confíe demasiado en ciertas sugerencias de puristas improvisados que, afincándose en la traducción literal de estos términos, aconsejan utilizar “trinar” en vez de tuitear, “trino” en lugar de tuit o “trinador” por tuitero. Poco falta para que nos indiquen que en lugar de Twitter debemos usar “Gorjeo” o “Gorjear”. La lengua se defiende sola, sin la intermediación de falsos abogados filológicos. Imagine lo cursilón y destemplado que pudiera resultar un tuit oficial como el siguiente: “Trinador mayor me ha ordenado que, como vicetrinador, trine: parlamento  “mudista” hostiga al Gobierno a través de su  nueva cuenta de Gorjeo”.

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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (27 de marzo de 2016)
Imagen aportada por Contrapunto
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