domingo, julio 10, 2016

COLORÍMETRO BLANQUINEGRO



El negro y el blanco se han fajado para sobrevivir por encima de quienes han expresado que no son colores



Desde antaño se ha dicho que el blanco y el negro no son propiamente colores. Eso es al menos lo que le decían a uno en la escuela cuando en el salón de clases se hablaba, por ejemplo,  de las gradaciones cromáticas del arco iris.   La tradición científica ha dejado claro que el negro es la ausencia total de luz, en tanto el blanco sería la tonalidad de la luz antes de descomponerse.  Sin embargo, con el permiso de los especialistas, Eloína quiere asumir que, desde fuera de la física y para el común de las personas, hay toda una mitología en torno de dicha situación, pero ambos son colores. De otro modo resultaría extremadamente difícil pedirle a un distribuidor que nos provea de una pintura “con ausencia de luz”. O, en otro caso, expresar que una novia va vestida con una “confluencia de toda la gama de colores”.

Frente a su rival, el blanco, ha sido  más malquerido el pobrecillo e “inexistente” color negro. Al asociarlo con la oscuridad, suele utilizársele con frecuencia para aludir a realidades negativas. Buena parte de las aguas que desechan las tuberías son consideradas “negras”. Si ha pasado las de Caín, se piensa que una persona ha tenido un destino negro. Para recordar una nefasta fecha de nuestro pasado republicano del siglo XX aludimos a “viernes negro”. Cuando deseamos referir que el petróleo ha sido para Venezuela una especie de maldición gitana, no lo llamamos por su nombre, le decimos “oro negro”. Alguna legislación moderna ha determinado que  a las personas de piel medio morena, morena o morenísima no se les discrimine aludiéndolas como “negras”. En su lugar se ha acuñado legalmente el apelativo de “afrodescendiente”. En consecuencia, la canción Negra consentida debería llamarse Afrodescendienta consentida. Si se trata de una persona que se esfuerza mucho, antes solía decirse “trabaja como un negro”, ahora no se puede expresar de esa manera; habremos de manifestar que “labora como un afrodescendiente”. “A burro negro, no le busques pelos blancos”, dice un viejo refrán. No pudieron escoger otro animal sino el pobre burro.  De la persona más descarriada de algunas familias se suele argumentar que es la “oveja negra”. Cada vez que sale un “encuestero”, un economista o cualquier otra clase de prestidigitador sociopolítico a opinar acerca de la actual situación del país, argumenta o que estamos en un “agujero negro” o que nos espera un “futuro nigérrimo o negrísimo”. Una viuda buenota y de armas tomar es algunas veces una “viuda negra”. Hay muchos más, pero démosle espacio al blanco.

A ese otro color que supuestamente tampoco lo es se le suele vincular semánticamente con la pureza, con la inocencia, con lo impecable, intocable, limpísimo. No importa cuánta broma hayan echado antes del matrimonio, es tradición que las novias van “vestidas de blanco, con velo y guirnalda”.  Blanca es la leche, negra la diligencia para conseguirla. Nadie diría “ellos son negros y negocian”; según la tradición, lo políticamente correcto sería “ellos son blancos y se entienden”. Jamás hemos imaginado una bruja ataviada de blanco. Tampoco hay hada que no luzca limpísimo traje casi transparente. Otro refrán (que contrasta con el del pobre burro) indica que “amigo leal y franco, mirlo blanco”. Un especialista en vocalización musical diría que hay “voces blancas”, sí, y tal vez  otras “sucias”, pero negras jamás, por muy graves que suenen. Hasta donde sabemos, se conocen solo  los “cheques en blanco”. Existe un color de pintura llamado “blanco ostra”. Mas no se consigue “negro calamar”.

Hay además casos en los que el contraste de ambos es perverso: “blanco con bata, médico; negro con bata, chichero (o heladero)”. La confusión entre los extremos de la oscuridad y la luz absoluta ha ejercido tanta influencia en la sociedad que hasta ha habido personas muy morenas que quisieron ser blancas. Y lo contrario también pareciera ocurrir, pero con una diferencia; mucha gente que tiene piel de rana añora ir a la playa a volverse “afrodescendiente”, pero sabe que se le pasará mañana. En los inicios de los años sesenta del siglo anterior, cuando se votaba por colores, una división del partido Acción Democrática ocasionó que el grupo originario perdiera el privilegio de su tarjeta blanca. Les asignaron una negra y, aunque desconfiaron de ese color hasta el último día, ganaron las elecciones (1963). Para evitar la confusión de los votantes,  crearon una coplita dirigida principalmente a atacar al grupo divisionista que se les oponía (conocido como grupo ARS). Todavía la recuerda mi tía Eloína: con esta negra sin par / y Juan Bimba de jinete / se va a quedar al garete / el chongo del grupo ARS.  No obstante, por si las moscas, se valieron adicionalmente de un lema que expresaba el más profundo de los deseos por rescatar lo que suponían su color ancestral: “para recuperar la blanca, vota por la negra”.


Finalmente, hay también expresiones alusivas a ambos colores en las que, sin saber por qué, subsiste una especie de negociación semántica. Se dice, por ejemplo, que “los perros ven en blanco y negro”. Vaya usted a saber quién ha comprobado eso. Las antiguas negritas de los carnavales no eran tan mal vistas, por creerse que debajo del disfraz había “damas blancas”. La opinión cambiaba cuando en algunos casos se descubría que eran negrotes disfrazados de negritas. Andrés Eloy Blanco se quejó de la inexistencia de “angelitos negros” en la inspiración de los pintores, hecho más que evidenciado por la abundancia de los de epidermis blanquísima. La mayoría de los integrantes del santoral católico es de piel nívea, pero en el camino se les han infiltrado unos cuantos de origen afro. Hay hasta refranes útiles para negociar la conciliación: “no todo lo blanco es harina”; “de ovejas blancas nacen corderos negros”. Cómo dudar de la convivencia “pacífica” de excelentes cervezas rubias y negras. Teresa de la Parra escribió una novela titulada Memorias de Mamá Blanca (1929).  Eloína bromea y argumenta que,  para no quedarse atrás y evitar que el otro grupo quedase fuera, Rómulo Gallegos publicó su contraparte: Pobre negro (1937). En fin, no serán colores para la física, pero es obvio que sí que lo son para los seres cotidianos.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (3 de abril de 2016)
Imagen aportada por Contrapunto.
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