domingo, diciembre 11, 2016

Mala y buena ...leche



Una idea para que alguna vez reaparezca en nuestros supermercados el líquido perlino de la consorte del toro, la leche.
Mi tía Eloína es neófita en eso que los especialistas llaman lingüística, pero ninguno de sus sobrinos duda que pocas personas conocen más que ella de “lengüística”. No en vano su dicho favorito es “con la lengua que midas, serás medido”.  Siendo apenas hablante de español zuliano, se aventura a veces con ciertas teorías que dejarían lívido y majincho a cualquiera que se atreva a discutir con ella. No obstante, no siempre mete la pata; a veces habla de asuntos de la lengua con una certeza y una seguridad pasmosas. Afirma, por ejemplo, que no hay idioma del mundo en el que no exista la palabra “leche”.  Y se faja con algunas traducciones aprendidas en  una vieja enciclopedia:
Wasa le dicen  en yoruba —alega orgullosa—, mleco en polaco y gatas en tagalo.
Disfruta viendo las caras de tontos que ponen sus interlocutores, cuando les muestra que es más culta de lo que parece, aunque casi siempre se hace la trujillana.  Para rematar, agrega ufana que, igualmente, en cualquier parte hay en este tiempo leche de todas las categorías menos  en Venezuela. Adicionalmente, expresa que “no hay población del mundo en la que no haya individuos lechudos y lecheros”. Y a fin de que nos convenzamos, agrega que hay políticos venezolanos que no han hecho nada para ocupar los cargos que ostentan y, sin embargo, ahí están, pegados a la ubre del tesoro público. Tienen leche. Son lechudos en el sentido que a esa palabra le damos como sinónimo de suertudo o sortario.  Añade, además, que esos mismos sujetos (o sujetas, que también las hay), se tornan en unos obstinados lecheros (o tacaños, mezquinos, “agarrados”) nomás llegan a ocupar una posición en la que les corresponda administrar el dinero que nos les pertenece y terminan considerándolo tan suyo que solo lo guardan para ellos.
El tema sobre la leche y sus voces y significados derivados ha vuelto a nuestras charlas de estos días, motivado por una curiosa noticia que, muy a pesar de que circuló en buena parte del mundo como una revelación, pasó entre nosotros por debajito de la mesa. Tenía que ver con la buena nueva según la cual un grupo de científicos de la India ha descubierto una tipología de cucarachas que habitan en las costas rocosas del Pacífico y cuya característica más importante es que no ponen huevos (como el resto de las integrantes de su especie) sino que paren a sus crías cual si fueran mamíferas y, en consecuencia, las alimentan como tales. Aunque no hemos visto ninguna fotografía de las referidas blatodeas (así las llaman en los manuales de entomología), teóricamente deben estar provistas de mamas que garanticen la supervivencia de sus crías en las primeras etapas. Según el estudio, la leche que producen constituye un tipo de líquido que cristaliza en el estómago de las cucarachitas bebés y se convierte en un reconstituyente más  efectivo que otras  leches famosas por su poder nutritivo como la de búfala.


Ya es más que obvio que, en el caso de nuestro país, por mucho que la busquemos, no hay leche ni de vaca, ni de cabra, ni de oveja ni de cualquier otro animal que la provea. Ni siquiera se consigue ahora la famosa leche de burra.  Mala leche hay de sobra, pero esa no alimenta; más bien cabrea, como diría un madrileño. No obstante, he aquí una posible salida para que nuestros expertos en programas de alimentación consideren la posibilidad, primero, de importar semen de aquellas cucarachas del Pacífico y, segundo, de poner en  práctica un proyecto de inseminación artificial con tanta cucaracha criolla como tenemos en los abundantes basureros públicos del país.  Pero hasta ahí la idea; lo demás que lo pongan los encargados de activar esta posibilidad. No nos pregunten ni a mí ni a mi parienta cómo será el futuro proceso de ordeño de aquellos ejemplares ni tampoco cómo vamos a convencer a la gente para que la consuma. Eso que lo piense alguno de nuestros ilustres y lechudos lecheros.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (7 de agosto de 2016)
Imagen: aportada por www.contrapunto
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