lunes, noviembre 27, 2017

El trimestre del conejo



No se contente demasiado si alguien quiere halagarlo indicándole que tiene usted los rasgos de un conejo o una coneja

Hay palabras curiosas, con buena o mala vibra pero  con  pegada renacentista y hasta con suerte. Voces que parecían extinguidas del vocabulario cotidiano y de pronto, recuperadas en la voz de algún hablante público,  salen de las catacumbas del olvido, florecen de nuevo y vuelven a estar en labios y letra de una multitud de hablantes. Por ejemplo, hasta hace varios meses usted se habría extrañado al encontrar el vocablo "conejo-a", o alguna de sus voces derivadas, en cualquier medio de comunicación o red social venezolanos.   Ni siquiera teniendo una pata de ídem, lograba conseguir algún referente relacionado con esto, una alusión que le recordara que el animalejo y su exquisita carne existen.  Ya ni se nombraba ese lugar enigmático que sirve de techo a buena parte del poder militar caraqueño  y que hasta finales del siglo pasado era conocido como Conejo Blanco.  Y ni hablar de conseguir en algún restaurante platos preparados con las piezas despostadas de lo que los glosarios científicos definen como  "mamífero logomorfo"; mucho menos, en la vitrina de alguna carnicería. Ni para remedio. Parecía una familia de palabras extinguida, al menos de las enigmáticas madrigueras idiomáticas nacionales.

No obstante, súbitamente, sin anestesia, una supuestamente milagrosa y reveladora iluminación  proveniente de algún recóndito recinto del  léxico nacional ha logrado sacar unos cuantos animalillos de esos de la chistera y el vocablo ha comenzado a resonar como si ahora estuviésemos viviendo de nuevo el lapso chino-venezolano  del conejo.   Según se anuncia, pasará poco tiempo para que, literalmente, los tengamos hasta en la sopa; hay un resaltante funcionario, excompañero de luchas estudiantiles de mi tía Eloína, a quien, debido a un notorio mechón blanco,  apodaban precisamente el Conejo.  Ahora es toda una celebridad, gracias a que algunas nuevas medidas de la política agrícola urbana  han revivido y puesto de moda el mote.  Solo que se lo han ampliado y ahora lo llaman el Conejo de la Suerte, porque será el encargado de montar con financiamiento oficial un criadero de sus congéneres. Antes casi se ofendía cuando lo tildaban de esa manera; ahora siente orgullo al saber que lo asocian con tan singular cuadrúpedo, principalmente porque —como se diría en español peninsular— supone que le permitirá "forrarse."

No obstante, le hemos recordado que no todo es felicidad total dentro de este renacimiento léxico. Pocos se han fijado que detrás del vocablo hay también un  costado menos halagador:  primero, porque  no faltan quienes siendo conejos se piensan a sí mismos como supuestas liebres  de la política (ojo, que ambas voces no siempre son sinónimos) y, segundo, debido a que hay los que consideran  estar devorándosela al ofrecer declaraciones y hacernos creer que todo lo relativo al mundo conejil es positivo.  Habría que recordar que, cuando en español  se dice  que alguien tiene "risa de conejo", se hace referencia a que por lo general esa persona ostenta una mueca forzada, fingida, cínica,  indicadora de que sabe de sobra  que con su discurso o su actuación (o con ambos)  está engañando a la humanidad entera y piensa narcisamente que no se le ven las costuras. Con cierto despropósito, ese mismo tipo de hablante suele considerar a todo un país como una cegatona manada de "conejillos de Indias".  Vive lo que se diría "conejeando", o sea, esquivando la realidad y negándose a apreciarla tal  como es.

Adicionalmente,  dentro del ámbito de lo sexual, en algunas regiones de España suele utilizarse la voz "coneja" como sinónimo de "vulva", motivo por el cual no es nada halagador que en esos lugares te digan que, cuando te enojas, tu rictus es de "conejita".  Pero hay más: en diversos espacios hispanohablantes una coneja es una dama que pare y pare sin ningún tipo de responsabilidad, principalmente si lo hace dentro de ese tipo de viviendas mínimas, hiperpobladas y antihigiénicas a las que suele denominarse "conejeras". Por ese motivo, mi parienta se asustó al leer hace pocos días la noticia según la cual hay un novedoso plan oficial que comenzará con "800 conejas".

 Más todavía, según el Diccionario de americanismos,  la palabrilla tiene significados negativos, o por lo menos despectivos, en varios lugares de América: por ejemplo,  en México se usa "conejo", para hacer referencia a un ladronzuelo de  baja ralea; en Guatemala, es sinónimo de "policía chimbo" y también de "tonto-a". El origen de la voz podría traer además bromistas reminiscencias fonéticas a algún tomador de pelo. Según el Diccionario de la lengua española (DLE) la voz proviene del latín  cuniculus, motivo por el cual no siempre se debe sonreír si alguien te dice que cuando declaras para la prensa se te ve clarísima la cara de cuniculus que asumes. Tampoco deberíamos alegrarnos mucho si se nos dijera a través de los medios de comunicación que el último de 2017 será el "trimestre del cuniculus" porque, de ser así, no presagia nada bueno.


No se precisa recordar además la fama de pícaro, tramposo y embaucador que tiene dentro del imaginario popular venezolano un personaje como tío Conejo. 

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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (08-10-2017)
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