martes, mayo 01, 2018

Dicciones y contradicciones



A veces el léxico no remite a lo que creemos. Su significado va cambiando o desvirtuándose de acuerdo con ciertos intereses
El mundo de la comunicación lingüística es más complicado de lo que aparenta. Son muchísimos los hablantes que creen saberlo todo. Asumen, presumen, suponen que hablar y/o escribir medianamente un idioma los reviste de criterio de autoridad para ir corrigiendo al resto de la humanidad y pasar la vida enmendándole la plana a cuanto cristiano comete lo que ellos (o ellas) consideran como fallos de lesa lengua. No es esa ni será jamás la actitud de mi tía Eloína. Primero, porque no es quien para andar en eso de creer que todos usan inadecuadamente el lenguaje, menos ella. Segundo, porque está plenamente consciente de que, en eso de hablar bien o mal,  no existe la infalibilidad. Por muy experimentado que se considere, a cualquier "cazagazapos" se le va la liebre. Lo importante  es estar presto a retirarla del hoyo si se ha metido la pata. El hobby de mi parienta no es realmente estar pendiente de quienes hablan o escriben "correctamente" ni quién lo hace mejor o peor. Esos son  criterios demodé. Lo suyo es estar atenta a usos idiomáticos curiosos. Aquí, una muestra.
Uno de esos tópicos que suelen llamarle la atención es la utilización de expresiones que buscan esconder la realidad y terminan logrando lo contrario: la hacen aún más visible.  Digamos, por ejemplo, que ahora, por muy "encanada" que esté una persona, no se la deba aludir como "preso" o "presa"; el léxico declarativo de abogados, jueces, sicólogos y funcionarios  nos insta desde hace algún tiempo a catalogarlos como "privados de libertad", aunque sabemos que a veces las penurias padecidas por alguien que ha sido confinado a una cárcel lo privan de muchísimas otras cosas. Ningún criminólogo se ha planteado cómo sustituir, sin alterar la cadencia,  la palabrita en aquella canción de Daniel Santos que dice al comienzo "preso estoy, estoy cumpliendo mi condena...".
Y nada que agregar sobre otra imposición parecida: "afrodescendiente". A una de mis hermanas la apodamos siempre la Negrita. Imagino la rabieta que habría agarrado si, para cumplir con esta nueva imposición léxica, alguna vez la hubiéramos saludado preguntándole ¿Cómo está mi "afrondescendientica" preferida?  Lo mismo podría decirse de la manía de evitar en algunos contextos la palabra "gasolina"  y esconderla bajo el manto de "combustible líquido". Como si decir "se precisa aumentar el precio del combustible líquido" nos fuera a salvar de la debacle que eso significa.  También pareciera evitarse en determinados medios periodísticos el término "saqueo". Ahora, cada vez que ocurre uno de ellos, se le refiere genéricamente como "situación irregular". Desde hace tiempo, sufrimos del síndrome de diversas situaciones irregulares que van más allá de la devastación de anaqueles.  ¿Desaparecerá la basura de las calles por el hecho de que una alcaldesa la aluda como "desechos sólidos"? Aunque, a decir verdad, no suena tan mal si queremos manifestar nuestro rechazo hacia alguien que nos atormenta la vida a diario: ¡Fulano de Tal es un verdadero desecho sólido!
Hay además palabrejas que, por diversas razones, parecieran ponerse de moda. Se las repite tanto que terminan vaciándose de significado. Para no abundar, citemos solamente dos ejemplos. El primero se refiere al vocablo "tema", que actualmente se utiliza para todo. Hacemos un esfuerzo para verificar cuántas veces la repiten los medios y las redes en apenas 24 horas  y nos sorprendemos de la poca eficacia comunicativa de la que se la está dotando:  "el tema de las medicinas"; "el tema de los libros digitales", "El tema de la deuda",   "el tema de las importaciones". Como muchas otras cosas, la economía dejó de serlo para ceder paso a "el tema de la economía".  Francamente, como que hay cierto abuso del "tema de la tematización". Otra que no ha podido escapar de "este tema" es la voz "acoso", principalmente cuando se la relaciona con asuntos sexuales. Más allá de que ha habido desde los tiempos de Maricastaña sujetos y sujetas perversos que, mediante métodos poco ortodoxos, intentan procurarse beneficios lujuriosos de otras-os, en estos días es complicado precisar cuál es su significado real. Parece ser útil para mucho y para poco: por cualquier cosa que hagamos, sea o no intencional, podemos ser "acusados de acoso". Desde una mirada de admiración, un piropo, un roce involuntario o un tropezón hasta un beso furtivo, un reclamo o cualquiera otra acción pueden ser consideradas propias de tal actitud.  
En otro renglón están los llamados lugares comunes y algunos asuntos que les son colaterales y que a veces repetimos, incluso desconociendo qué deseamos expresar. Por ejemplo, debe ser más difícil ver con los de otros que "con mis propios ojos", seguro. ¿Se ha preguntado usted qué se quiere decir cuando se habla del "lado más humano" de una persona? ¿Significará que tenemos lados menos humanos y no lo sabíamos?  En la escuela se nos enseñó que un siglo dura cien años. Sin embargo, uno se imagina a los chavales de las escuelas de la madre España rompiéndose la azotea por el hecho de que hay un "siglo" que duró 189 años: el llamado "Siglo de Oro español" (desde 1492, año de llegada de Colón a tierras americanas y de la publicación de la primera Gramática castellana, hasta 1681, fecha del fallecimiento del escritor Pedro Calderón de la Barca). Lo mismo podríamos aplicar a los mundos existentes. Primero y tercer mundo son expresiones más que frecuentes. Aunque es obvio que existe, del segundo mundo pocos hablan. Y hasta aquí, por hoy, no vayan a pensar los lectores que buscamos "acosarlos" con esto  del "tema" del vocabulario.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (28-01-2018).
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