miércoles, septiembre 30, 2015

TUITERATURA



Algunos géneros literarios breves y la dificultad para ubicarlos todos en una misma categoría

Lo breve está de moda y —parafraseando al jesuita y escritor español Baltazar Gracián— si dos veces breve, más de moda todavía. Literatura en pastillas podría decirse de esos nuevos recursos de que se han valido y se siguen valiendo algunos escritores. Y cuando se habla de esto, se alude, por ejemplo, a las muy sucintas y certeras pinceladas humorísticas a las que don Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) llamó “greguerías”.  Vaya de ejemplo la siguiente: “Abrir un paraguas es como disparar contra la lluvia”.

Suele decirse que el célebre y reconocidísimo médico griego Hipócrates utilizó por primera vez algunas expresiones muy similares a lo que conocemos como aforismos.  Y, en teoría, todo aforismo es una expresión brevísima, concisa, coherente y exacta; es decir, tan clara y concreta que no deja lugar a dudas sobre su significado. Hay varios escritores venezolanos practicantes del aforismo, pero de momento, permítaseme resaltar la maestría que a ese respecto demostró don Julio Garmendia (1898-1977). Baste uno solo para paladearlo: "Las comedias están lejos de ser la realidad, pero la realidad no está muy lejos de ser una comedia."

En el terreno movedizo que es la literatura contemporánea —además de los aforismos y las greguerías—, un axioma, una sentencia, un adagio, un apotegma y hasta un refrán pudieran también ser apreciados como textos de creación literaria, siempre que de ese modo sean interpretados por la persona que los lee.

El poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930) publicó un interesante inventario de textos de esta naturaleza que, aunque hacen honor a su ingenio, pocos los consideran como parte de su poesía. Los llamó “granizadas”. Un chispeante botón de muestra: “Los apellidos ilustres son patentes de corso.”

 No han sido Garmendia y Ramos Sucre los únicos autores nuestros dedicados a practicar este tipo de expresiones que a veces hacen dudar a algunos sobre su carácter literario.  Un buen inventario de autores y autoras ha sido compilado por la profesora Violeta Rojo en el libro Mínima expresión. Una  muestra de la minificción venezolana (Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2009). Allí, la compiladora recoge ejemplos, publicados entre 1925 y 2009, de 98 autores y 16 autoras. Un repertorio bastante amplio que demuestra plenamente nuestra afición por esa incierta categoría de los formatos cortos. Podría decirse que hay en ese libro de todo como en botica: textos que van desde la similitud inevitable con el aforismo, la greguería, el refrán, el adagio, el axioma, la granizada, el apotegma o la sentencia, hasta los que pueden ser considerados minicuentos o micropoemas.


 Ahora bien, ¿cómo categorizar en español tan variada gama de formatos mínimos con una voz genérica que abarque todas las posibilidades existentes y por venir? Literatura brevísima no dice mucho al respecto. Lo breve puede ir desde una palabra a varias cuartillas. “Hipocratura”, para hacer honor al médico griego, sonaría a textos escritos por hipócritas. Descartadas ambas. Aunque incomode a algunos puristas catatónicos, podríamos agrupar tales formatos bajo un término que suena bastante coherente y razonable: tuiteratura. Es patente su parecido con las exigencias y rigores lingüísticos del tuiteo, aunque algunos de los ejemplos citados y muchos otros ni siquiera alcancen los ciento cuarenta caracteres y otros apenas los sobrepasen. Para darle más fuerza a este argumento, es preciso recordar que, además de tuiteo, las palabras tuit, tuitear, y tuitero(ra)  ya forman parte de la más reciente edición en papel del Diccionario de la lengua española (DILE).

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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (26 de julio de 2015)
Imagen: Google images

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