lunes, agosto 17, 2015

DE BOLERO QUE SÍ


Algo tiene ese género musical llamado bolero que se resiste a la extinción. Cuando  creemos que se le ha pasado su tiempo, reaparece con mayores bríos. Es el Ave Fénix de la música popular. Suele asociársele principalmente con el desengaño amoroso, pero los hay para todos los gustos y tipos de sentimientos. Cada persona, cada grupo social, cada generación, cada época ha tenido o tiene el suyo. Existe hasta un curioso Bolero de Internet, del grupo Les Luthiers: «Te conocí por Internet estando en yahoo / entré en el chat y fue tu nick el que me atrajo / mandé un privado por el ciberespacio / y navegando encontré tu desparpajo…».
 Para respetar el espacio disponible, solo voy a referirme aquí al bolero arrabalero, ese que nos pone a arrastrarnos o a babear detrás de la pareja amada, cuando no a despotricar. 
Es casi una premisa de vida que hayamos pasado por alguna situación similar a la descrita en algún bolero. Tantos existen que cada cual puede buscar el que más se ajuste a su situación particular.  Mi ocurrente tía Eloína cuenta que —en su ya lejanísima y casi invisible juventud— vivió más de un vil desengaño con el bolero Cenizas (del compositor mexicano Manuel Wello Rivas). Recuerda ella que frecuentemente alguno de sus maridos ocasionales decidía marcharse a un puerto supuestamente más apetecible. Luego regresaban arrepentidos con el cuento de que se habían equivocado y le solicitaban llorosos el «reenganche». Ella buscaba fuerzas en su maltrecha egoteca y después les asestaba el golpe de gracia en tono bolerístico:
—Has vuelto a verme para que yo sepa de tu desventura —les decía—, pero solo cenizas hallarás de todo lo que fue mi amor.
Hombres y mujeres reaccionamos de modo diferente ante el drama descrito en un bolero. Cuando la historia alude al mensaje de un caballero para una dama, suele ser menos directo y dar más rodeos para hacer el reclamo sin lastimar demasiado a la destinataria. Por ejemplo, el varón traicionado, vejado o abandonado, muy pocas veces apelará a la aludida como «puta» o «prostituta». A lo que más puede llegar es a llamarla  pérfida, ingrata o perversa. Quizás llegue a decirle traidora, cuando no confundida o equivocada. 
Y, más que eso, el sujeto masculino casi siempre libera a la ofensora de culpa y termina echándosela él mismo («soy culpable de tu ausencia, cariño mío…») o hasta pidiendo perdón, incluso cuando le han instalado la cornamenta («…que otro amor encontraste, yo lo comprendo»). Son múltiples las letras en las que es el hombre el que pide clemencia, se arrodilla, suplica, implora, llora y hasta llega a decir o pensar «la prefiero compartida». Lo contrario es menos frecuente. La hembra de bolero suele ser más castigadora.
Quizás haga falta un sindicato de compositores masculinos que se dedique a dar la vuelta a esta costumbre musical en la que por lo general somos culpables o sospechosos. Un gremio de despechados que, por ejemplo, como primera acción, emprenda una protesta universal contra la cantante Paquita la del Barrio, intérprete de una curiosa pieza intitulada Rata de dos patas. Su descaro y su desvergüenza han sido tales que, ante la caballerosidad implícita en buena parte de las letras que los varones han pergeñado para hacer reclamos a las damas, ella se ha dejado de medias tintas y, sin hipocresía ni falsas poses eufemísticas, ha decidido descargarnos como sigue:
Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija... Alimaña, culebra ponzoñosa, desecho de la vida… Maldita sanguijuela, maldita cucaracha, que infectas donde pisas, que hieres y que matas…
Omito el resto para evitar disgustos mayores a los ofendidos. Pero exijo que en futuras composiciones dejemos la quejadera, que desechemos el tono lastimero y  «meaculposo» de las viejas letras y emprendamos desde ya una contundente y muy macha  respuesta ante tal osadía femenina.
P.S.  Muy entre nosotros, dilectos y maltratados lectores, solicito que lo hagan otros porque, aun con lo que nos ha dicho, como bolerista, Paquita la del Barrio es una de mis mayores debilidades, aunque me dé hasta con el tobo. Esa que he mencionado es — cómo negarlo— una de mis letras preferidas. 
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (21 de junio de 2015)
Fotografía: Cheo Hurtado, excelente bolerista venezolano.
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