lunes, agosto 17, 2015

"BIZARRO" COMERCIO INFORMAL



Es muy alto. Altísimo. Mientras percibe que estoy absorto mirando con curiosidad aquel inusual tamaño para un buhonero, alguien bromea a mi lado y  lanza al vuelo una explicación que asume que estoy buscando:

—Le dicen el hombre garrocha —acota—, era jugador de básquet pero parece que ya la pelota no está para bollo.

Sonrío, aunque no es solo la estatura lo que me  ha detenido en el lugar. Por alguna razón quizás vinculada con su juventud, mi tía Eloína me enseñó que el oficio de eso que los “terconomistas” llaman “comerciante informal” es usualmente desempeñado por personas bajitas, contextura deprimida y cara de pocos amigos. Naturalmente que eso no es verdad. Un prejuicio que ignoro de dónde le viene. Evidencia a la vista.

Este al que me estoy refiriendo luce más bien como un extravagante  gentleman. Va vestido de escandaloso traje deportivo azul añil y rojo granate. Además de la descomunal altura, sus movimientos ofrecen la impresión de que busca aparentar tanto garbo como Greta. Porta una gorra azul, con el logo en blanco de los Yankees de Nueva York. Tiene sobre la mesa una maqueta de cartón que simula un dispositivo de captahuellas, idéntico a los que ahora el gobierno ha impuesto en los supermercados del Estado. Lo acompaña con un letrerito que no deja de ser humorístico: “Aquí no se captan huellas, se capturan clientes”.


Cuando sale de la parte de atrás de la mesa en la que exhibe la mercancía, me percato de que su elegancia sigue en juego. Pies calzados con sandalias y unas muy visibles y gruesas medias de color blanco.  Así va el caballero.

El mismo entrometido de antes me ha susurrado que el sujeto además es mago. Porque, según se cuenta, es capaz de convertir un galón en diez litros o más. Se refiere al  lavaplatos que expende, supuestamente mezclado con agua. También tiene dotes de publicista, pienso: “Lavaplatos y lavatodo” dice el eslogan que ha colocado a sus frascos reciclados.

Al pie de los pequeños empaques de toallas sanitarias hay otra broma escrita, de muy mala hostia pero también muy curiosa: “Llévelas, son duraderas, lavables y  reusables. También hay al detal”. Mejor aclarar que, además de muy alto, es anchilargo, como las gandolas: calculo su peso en unos ciento cuarenta kilos, de los cuales por lo menos un tercio reposan en su amplia espalda y sus gruesos brazos. Un golpe con su puño podría ser peor que una pisada de elefante. Ni pensar en acusarlo de bachaquero o reclamarle algo acerca de su oficio.

El renglón de la pequeña sección de farmacia es imperdible: “Combata la guerra económica. Medicinas vencidas a mitad de precio.”

Lentes oscuros pa que no sepan qué está mirando, como Pedro Navaja. Sonrisa abierta. Oigo por primera vez su voz atiplada voz de tenorino que jamás habría asociado con su voluminoso cuerpo:

—Señora, lo que quiera, no necesita el terminal de su cédula para comprar.  Aquí sí hay democracia participativa y protagónica, tengo también desmanchador de pañales desechables.
Su timbre gazmoño, su articulación sobreactuada, me recuerda al cantante puertorriqueño Odilio González, ese al que apodan el Jibarito de Lares.

El mesón, de unos dos metros de largo, está debajo de uno de los puentes que, en el sureste de Caracas, atraviesan el caraqueñísimo y ocre río Guaire. Parece realmente un supermercado en miniatura. Solo que tiene todos los productos en un solo anaquel. Eso sí, ordenaditos, con sus “precios injustos” y la explicación de lo que es cada cosa. “Llévelo ahorita, le dice al cliente potencial que ha preguntado por el costo de un improvisado envase de aceite de oliva, mañana será más caro si hoy sube dolartudei.”


Vuelve aquella mole humana  a colocarse detrás de su mostrador. Yo sigo mi camino y recuerdo aquel globo terráqueo cuadrado de las historietas de Superman: mundo “bizarro” se llamaba. Bizarro-a es vocablo que, según el Diccionario de la lengua española (DILE)  significa “valiente, aguerrido” y también “generoso”, pero  del que, les guste o no a los puristas del idioma, habremos de aceptar alguna vez una nueva acepción: extraño, retorcido, o por lo menos extravagante. No habría mejor palabra para explicar algunas escenas  buhoneriles de estos tiempos venezolanos.

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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (5 de julio de 2015)
Caricatura: Rodolfo Linares
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