Con el homenaje a Eduardo Liendo durante el
recién concluido séptimo Festival de la Lectura del municipio Chacao (Caracas, 30 de abril al 10 de mayo de 2015), nos
honraron también a muchos de sus lectores. Agradezco públicamente que se me
haya invitado a hablar acerca de su persona y su obra. Eduardo figura entre
nuestras lecturas preferidas desde que, en 1973, apareció su breve novela El mago de la cara de vidrio, cuyo
personaje más relevante es el maestro Ceferino Rodríguez Quiñones.
Ceferino
estaría loco, enmanicomiado y obseso, pero también muy claro en lo que
debe ser la literatura. Cuando apareció entre nosotros, todavía privaba en la
narrativa de la época la premisa según la cual mientras más te entiendan eres
peor escritor. Y, por supuesto, su versión contraria: serás mucho mejor
apreciado —por la crítica y los congéneres— en la medida en que los lectores
padezcan más para entender lo que escribes. Tanto el personaje como el autor se
han suscrito desde siempre a la primera premisa. Y eso es más que obvio en las
trece obras narrativas que Liendo ha publicado desde 1973 hasta 2014.
Si un lector requiere de una
aparataje cognitivo como el de Superman o el Hombre nuclear para entender lo
que le estás proponiendo como literatura, lo mejor será desistir y buscarse
otra obra que no te haga padecer tanto. El secreto para que la mayoría de las
novelas de Liendo haya tenido aceptación de público y de crítica radica precisamente
en que sus textos son poco pretensiosos en rebuscamientos y torceduras. Desde
la sencillez estilística, ha logrado imponerse como escritor. Memorables son Mascarada (1978), Los platos del diablo (1985), El
cocodrilo rojo (1987), Si yo fuera
Pedro Infante (1989), Contraespejismo
(2007). También es autor de Las
kuitas del hombre mosca (2005), El último fantasma (2008) y Contigo en la distancia (2014).
Los platos del diablo fue llevada
al cine (1995), bajo la dirección de Thaelman Urguelles, también coautor del
guión cinematográfico con el narrador y dramaturgo Edilio Peña. Actuaciones
estelares de Mimí Lazo (Sindia), Gustavo Rodríguez (Ricardo Azolar) y Julio
Sosa (Daniel Valencia). Novela y película tratan el problema del escritor y su
circunstancia. Como en casi toda la narrativa de Liendo, nos encontramos en esa
obra con el rollo del «ser el otro», en la variante del robo de una obra
literaria. Se trata de la vida paralela de dos narradores y sus trayectorias
cruzadas. El primero, bastante mediocre y acosado por el afán de dinero y de
trascendencia, lucha incansablemente con un obsesivo complejo por la gloria.
Esto lo lleva al extremo de asesinar y plagiar al otro autor (famoso,
arrogante, adinerado por herencia, no por la literatura, y «pantallero»), para
asumir su obra y su aureola.
Siempre he lamentado que el Premio Rómulo Gallegos no haya recaído en
su momento sobre El round del olvido
(2002). Con esa novela, Eduardo no solo se sacó el clavo que la tradición le
había asignado como autor de «novelas breves». A mi juicio, es una narración
tan extensa en páginas como intensa y corta en la lectura. Hay que ser de
verdad un mago muy disciplinado para lograr un texto narrativo tan sólido,
compacto y fácil de leer, sin que el autor haya sacrificado ningún recurso.
Dado que el lema del Festival de Lectura de Chacao ha sido LEER FUTURO,
en el porvenir me ubico. Es muy posible
que dentro de 26 años, si todavía vivo y me invitan de nuevo a rendir tributo a
Liendo, acuda yo complacido a manifestarle que: en mayo de 2015 yo pensaba que El último fantasma fue una novela
publicada antes del tiempo en que le correspondía ser conocida, pero, hoy,
futuro 4 de mayo de 2041, acudo al homenaje en el que —por haber llegado a los
cien años de edad y estar en pleno proceso de producción— el trigésimo tercer
Festilectura Chacao ha querido de nuevo rendirle tributo. Debido a mi avanzada
edad, expresaré en pocas palabras lo que sigue y jugaré con algunos de sus
títulos:
«Si yo fuera Pedro Infante,
no dudaría que —gracias a los presagios de una novela de Eduardo Liendo—, un
nefasto personaje de la historia (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin), no solo fue El último fantasma de una época sino
que, disfrazado de cocodrilo rojo,
participó en El (último) round del olvido de su paso por este
mundo, y bajo los efectos de un mago
con Mascara(da) de hombre mosca, se convirtió en alimento
de Los platos del diablo.»
Publicado originalmente en www.contrapunto.com (10 de mayo de 2015)
Imagen aportada por www.contrapunto.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario