miércoles, marzo 21, 2007

Literatura de (j)aula




“…maestros, programas y libros de texto conspiran contra nuestros niños”
(Ángel Rosenblat)



Vuelvo a la literatura de aula, a esa misma que mi tía Eloína llama de “jaula”, por las encerronas en que se busca colocar al estudiante de educación básica y bachillerato cuando se intenta estimular su gusto por la escritura. Juro que yo creía que ese sistema era una especie extinguida, una tendencia ya lejana en el tiempo, pero vea usted que todavía circulan en el mercado libros de texto y de “resúmenes” que intentan hacer más “leve” la literatura en la escuela.
La experiencia sigue gritando que la relación intrínseca entre enseñar a leer textos literarios y aburrimiento sigue vivita y coleando, en pleno siglo XXI y con la Internet, los juegos de video, los celulares y otros equipos multimedia en frente de nosotros. Esa manía perversa de buscar que un estudiante de educación básica o bachillerato se convierta en cazador de “indicios”, “actantes”, “isotopías”, “personas gramaticales”, o sea el síndrome del lector detective o del escudriñador grafemático, continúa paseándose en varios de los manuales que circulan en el mercado ahoritica, en pleno desarrollo del año escolar. Para no violentar “derechos de autor”, parodio abajo un “objetivo”, una “pregunta de lectura” y una “actividad” que he extraído de textos vigentes:
Objetivo: Analizado el siguiente poema, el alumno comprenderá que para el poeta Fulano de Tal “la vida no vale nada, no vale nada la vida”.
Pregunta: -¿Hay predominio de elementos narrativos o descriptivos en este texto?
Actividad: Copia las palabras iniciales de tres comparaciones. ¡¿?!
Así, la “enseñanza” que genera tirria hacia la literatura, la que cada día resta lectores en vez de sumarlos, se parece a los buhoneros y a las cucarachas, nada puede con ella. Sin mencionar el acrecentamiento de otro síndrome, el del “clasicismo”, según el cual el año escolar literario debe permanecer repleto de autores que por cualquier razón han llegado a ganar la categoría de “clásicos”. Siguen preocupados algunos de nuestros autores de libros de texto porque los muchachos investiguen, por ejemplo, el origen turbulento de los tobillos ibéricos de Dulcinea del Toboso o la procedencia étnica de los gitanos que llegaron a Macondo.
Continúa además en boga la “herejía cronológica”. Aquella que tradicionalmente ha defendido que enseñar literatura es equivalente a relatarla desde Homero hasta lo poquito que se ha salvado del siglo XX. Y siempre se comienza por lo más antiguo, porque se piensa que en esos dudosos predios del arte de la escritura, la antigüedad es proporcional al pedigrí que tiene un libro. No importa cuánto pueda significar para el interés del estudiante. Todavía no se comprende que, mucho podemos admirar la obra literaria, lingüística y ensayística de don Andrés Bello, pero leer la silva “A la agricultura de la zona tórrida” a los 13 años de edad puede generar traumas irreversibles en la conducta de un adolescente. Qué más da que no se identifique con los temas, la forma u otro aspecto. Atosíguelo con el lenguaje que utilizaron esas autoridades del idioma para que pueda absorber el plasma de la buena lengua. Como si el acercamiento a los textos literarios se redujera solamente al contacto con la lengua arcaica y nuestras inclinaciones como lectores no estuvieran sujetas a la experiencia de vida.
Y ni hablar de la “herejía espacial”, en la que los extremos distan entre un nacionalismo fanático y una xenofilia desbocada. Los clásicos de aquí aunque sean pesados. Los machetes de por allá, aunque no despierten sino “aburrición” (como dicen en Trujillo). Y eso de broma, porque cuando se habla de los del patio, generalmente se busca el modelo foráneo del que presuntamente han calcado y reproducido las buenas formas. De allí que ciertos manuales de literatura venezolana insinúen que Guillermo Meneses se volvió un buen escritor después de haber viajado a Europa y que Julio Garmendia no habría escrito jamás “El cuento ficticio” de no haber sido por su salida al extranjero. Se enseña sin querer queriendo que un escritor local no es regularmente aceptable si no ha vivido, por ejemplo, en París. Sigue campante la galofilia con que enfermaron nuestra historia literaria algunos modernistas tan aburridos y contradictorios en sus posturas estéticas como Manuel Díaz Rodríguez (y que me sepan disculpar sus admiradores y émulos, no tildarme de apóstata, por favor, tengo pleno derecho a opinar sobre los escritores a quienes he leído).
Convertidos en pescadores de isotopías, los cautivos lectores de las ( j)aulas continuarán optando por el tedio, obligados a una tarea de acopio de fechas, nombres, títulos e indicios, y, lo más aberrante, juicios, opiniones e interpretaciones estereotipados, emitidos por otros y reproducidos en las “guías”: “la poetisa de la soledad y la amargura infinitas”, “el narrador de la escoria social iconoclasta y rebelde”, “el ensayista enrollado, hermético y epentético”, “la prosa de tono fluvial incandescente”.
Como cuando estudié bachillerato, ¡a mediados  del siglo anterior!, se sigue incentivando en el estudiante la idea de que toda la literatura que lee ha sido escrita por muertos, o por viejitos y viejitas que mascan el agua y son inalcanzables, etéreos, gaseosos e infalibles.
Y, ¡cuidado, señoras y señoras malpensados-as! No he querido decir que no debe leerse a los clásicos, por supuesto que sí, pero a su tiempo. 

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Fuente de la imagen: http://akantilado.wordpress.com/2012/01/09/estilos-de-evadir-la-lectura/

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Profesor:
¡Cuán cierto! Tengo tres hijos aborrescentes y a pesar de haber comprado cuanto libro infantil y juvenil se cruzó en mi camino, no ha habido forma ni manera de que les interese la lectura.
Tuve una profesora en Bachillerato, Carmen de González, que mandaba unas listas larguísimas de libros para ser reseñados cada trimestre con la característica de que no estaban resumidos en las guías de lectura, entonces no quedaba otro remedio que hacerlas para entregar el resumen de marras. Creo que allí se desarrolló mi amor por la lectura, pues entre muchos libros divertidos y amenos encontraba sólo unos pocos fastidiosos. He tratado de recuperar esas listas de hace 30 años, sin mucho éxito hasta ahora, para ver si así mis hijos se interesan un poco, pero nada. Hasta he intentado el soborno "les doy tanto si me entregan el resumen de este libro", tampoco. Vivo rodeada de libros y eso como que no sirve de modelo. Así que si existe algún otro método, pues me encantaría conocerlo.
Un cordial saludo,
Ana Isabel

José M. Ramírez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José M. Ramírez dijo...

Qué interesante este "post".

El amor por los libros y la literatura, así como el amor por casi todas las cosas, se inicia y se cultiva a través del amor por las personas. Uno de los problemas más serios de bachillerato es que los profesores de Literatura no aman la literatura, o al menos no transmiten amor por ella, no se les nota pasión.

Para un joven es mucho más fácil identificarse con una persona que con un libro y si esa persona muestra interés, pasión, amor por los libros, el vínculo seguramente se creará.

Yo he sido afortunado en ese sentido, doblemente afortunado. Por una parte, a pesar de que mis padres no eran lectores, tuve maestros muy buenos, en los cuales veía una genuina emoción ante la lectura, recuerdo muchas lecturas guiadas, en voz alta, eran una maravilla. Esas lecturas guiadas se siguen haciendo en la Escuela de Letras de la UCV: es imposible no conectar con la Odisea o con Lorca si lo lees con María Fernanda Palacios y ves que se le aguan los ojos. Podría decir lo mismo de las lecturas de Virgilio, Eliot, Ossott, Dostoievski, etc. con Igor Barreto, Castillo Zapata, López Sanz, Rafael Cadenas, Alejandro Oliveros, Guillermo Sucre...

Mi otra fuente de fortuna es que la relación emocional tan estrecha que tengo con mi hijo mayor ha derivado, entre otras cosas, en una transmisión de gustos: No leemos lo mismo, aunque leemos mucho y existe una intersección de autores importante; tampoco oímos lo mismo, pero los Beatles nos ponen de acuerdo.

El problema es que los maestros de bachillerato, sujetos a esos programas, cansados, mal pagados, mal formados, desmotivados, no pueden transmitir la inmensa e importante relación entre la literatura y la vida.

Anónimo dijo...

Es verdad todo lo que se ha dicho. Yo creo que lo que se debía enseñar a los muchachos es a partir de Harry Potter (aprovechemos que les gusta) y olvidar cosas fastidiosísimas como"Canta, oh Musa la cólera del Pelida Aquileo" Hay que empezar por decirle a los muchachos qué es una Musa, por qué canta, qué es cólera y quién es el Pelida Aquileo.

Adaptémonos a los nuevos tiempos

José M. Ramírez dijo...

¡Caramba Sr. Quero!, qué lamentable es que para nosotros, occidentales, herederos de Grecia, La Iliada sean "cosas fastidiosísimas".

Lamentable también que tomemos el camino fácil de la pseudo-literatura; subestimando la capacidad de nuestros jóvenes y evitando el esfuerzo de guiarlos por el bosque para que se maravillen con las bellezas de nuestra tradición.

Anónimo dijo...

Realmente pienso que el problema de la Literatura en las aulas (jaulas) de clase de séptimo grado a quinto año, radica en como el docente acerque al adolescente, joven o bachiller al texto, sea éste narrativo, lírico, dramático o de ensayo. Pienso en que el docente en primer lugar, debe amar y sentir la Literatura,a fin de poder transmitir ese afecto por ella al educando y en segundo lugar, pienso que una buena estrategia es leer los textos adecuados al nivel y que este leer, sea libre en cuanto que, la dinámica de conversación sobre el material de lectura, parta de los jóvenes y sea guiada por el educador. Zaruman. n-22.

Anónimo dijo...

¡Caramba Sr. Ramírez! qué lamentable que para nosotros, cyberciudadanos del siglo XXI sigamos repitiendo esquemas caducos y obsoletos.
Yo nunca dije que había que eliminar la Ilíada, (ni nada pro el estilo) sólo que hay que aprovechar el momento presente y tener en cuenta los recursos disponibles.
Si seguimos por el mismo camino, los muchachos no van a leer NADA. Pero lo que se dice NADA DE NADA.
Todavía tenemos que luchar contra el Nintendo y el X-Box. Una vez que saquemos a los muchachos de allí y los insertemos en el libro y en el placer de la lectura, nos ponemos a hablarle del Pelida Aquileo, pero no antes.
Hay que poner los caballos por delante de la carreta, y es deber del profesor "seducir" al estudiante. Igual que el profesor de natación, que no zumba al discípulo a la piscina honda desde el trampolín más alto, sino que primero lo enseña a patalear en lo bajito.
No se atraen moscas con vinagre sino con miel.

José M. Ramírez dijo...

Esta discusión es bien interesante.

No debemos confundir complejidad con calidad. "Patalear en lo bajito" es baja complejidad, eso es adecuado, por supuesto y para eso existe literatura adaptada a cada edad. No hablo de Harry Potter, hablo de literatura. Poe, por ejemplo, es sumamente seductor para los jóvenes.

No es cuestión de métodos, que efectivamente hay que usar los mejores, pero eso no incluye devaluar el contenido.

De todas formas todo canon es arbitrario, el mío no tiene que coincidir con el de nadie, es mi canon y es el que , responsablemente le inculco a mis hijos. Los resultados me llenan de alegría.

Hoy una compañera de clase (estudio letras en la UCV, 20 años después de mis primeros estudios de pre-grado) me estuvo comentando de sus experiencia con la lectura en bachillerato. Entre las anécdotas incluyó a un profesor de bachillerato que les obligó a leer a Pablo Coelho. Esta chica tiene 17 años, está en segundo semestre y me dijo que ojalá alguien le hubiera mostrado a los clásicos. Luego me dijo algo así como "no te vayas a reir, pero en estas vacaciones de semana santa voy a leer el Quijote. Me da pena no haberlo leído todavía".

¡Qué maravilla!, ¿no?

punkserastu dijo...

Totalmente de acuerdo con usted...

Anónimo dijo...

Es cierto todo lo que plantea el autor. Los jovenes de estas ultimas geneaciones nunca se han interesado en la lectura. Antes de entrar a una clase de literatura simpre dicen "que fastidio esa clase tan aburrida". El problema se ha originado, a partir de que los profesores no realizan dinámicas de lectura que motiven a los estudiantes.Además de que para ellos existen cosas más interesantes como la internet y los juegos de videos, que leer una historia plasmada en un texto.Es satisfactorio cuando un alumno se inetresa de verdad en la lectura y se introduce en ella de manera apasionante.

Para solucionar éste problema hay que obligar a los profesores a realizar dinámicas que incentiven a los estudiantes, y asi hacer las horas de clase mas amenas.

Anónimo dijo...

Ustedes son estupidos y no es broma nerrrdddsss de mierda vayan a hacer otra cosa mejor q leer sapos...