La causa inspiradora
de una canción no siempre es tal como la pensamos. Algunas nacen con un
propósito que el colectivo cambia y ajusta a sus expectativas
Manuel Eduardo Toscano (nombre artístico de Norberto Eduardo Toscano
López) es un compositor mexicano (Catemaco, Veracruz, 1952). Llegó a Ciudad de
México a principios de los años 70 del siglo XX y allí ejerció diversos oficios,
entre los que tuvo incluso que hacerse pasar por vendedor ambulante sordo. Tres
años después aterrizó en el lugar a donde aspira llegar alguna gente interesada
en la música: el universo de la composición. Su primera canción grabada pasó
sin pena ni gloria, hasta el punto de ser casi totalmente desconocida; supone
mi tía Eloína que posiblemente ello se debió a lo desafortunado del título: Mi flor amor. No obstante, el autor persistió y en 1983
logra su primer éxito nacional con una pieza de título mucho más atractivo para
el “despechismo” latinoamericano y que ya nos avisaba por dónde vendría: La canalla ( “voy a vestir a la moda,
para que llore la canalla, para que sienta la canalla, para que sufra la
canalla…”). Aferrado a esa primera pegada, fundaría después un grupo musical
cuyo título no podía ser más curioso: Manuel
Eduardo y sus canallas, integrado por puros meros machos. Tampoco este intento
le traería la popularidad continental que tiene actualmente. Su éxito
internacional está vinculado con algunas melodías posteriores. Una de ellas le
ha dado la vuelta al mundo y ya ha sido versionada y traducida a varios
idiomas: Rata de dos patas.
Es curiosa la historia detrás de la letra de este ¿bolero o
antibolero? universal. Escucharla en
labios de esa maravilla “melodiera” que es Paquita la del Barrio podría llevar
a creer que, a juzgar por su letra, se trata de una arenga dirigida con furia
incontenible a un esposo o amante que ha ocasionado un muy severo daño a la
pareja femenina:
Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal
hecho.
Infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija, cuánto daño
me has hecho.
Alimaña, culebra ponzoñosa, desecho de la vida, te odio y te
desprecio.
Rata de dos patas, te estoy hablando a ti, porque un bicho rastrero,
aun siendo el más maldito, comparado contigo,
se queda muy chiquito.
Si nos fijamos en otros títulos del autor, cantados también por la
misma intérprete, pudiéramos ratificar la hipótesis de la mujer herida que
busca vengarse de un esposo perverso. Un ejemplo más puede ser Hombres malvados (“…hombres malvados ya
les cantamos, o se componen o los capamos…”). Otra de sus canciones asemeja
casi un antipoema de la década de los setenta: Me saludas a la tuya,
compuesta, supone mi parienta, por si acaso alguna rata bípeda osare responder con
un recordatorio de progenitora a lo tratado en Rata de
dos patas. Veamos parte de su letra:
Gracias, te agradezco tu cumplido,
y sin hacer tanta bulla,
te agradezco que también
me saludes a la tuya.
No obstante, parece que Rata de dos patas no tiene su origen en
un despecho femenino. Lo primero que podríamos recordar es que fue escrita
y musicalizada por un caballero. Además,
está dedicada subliminalmente a otro varón. Pero, ojo, nada que ver con
preferencias por el mismo sexo. Ya eso incita
a una duda acerca de su referente; quién fue la persona capaz de generar esta
sarta de calificativos. Según
declaraciones del propio autor, la letra fue inspirada por la actuación poco
santa de un político mexicano.
Curiosamente, el compositor también conocería después el mundo de la
política por dentro. Eso le permitiría saber cómo se navega en ese difuso mar,
principalmente cuando su emblema más importante es la corrupción. Toscano se
desempeñó entre 2005 y 2007 como alcalde de Huatusco, municipio de su estado
natal. Una insólita campaña electoral, en cuyos actos públicos solo cantaba, lo
favoreció con el voto popular. Pero su actividad como burgomaestre resultó más
que suficiente para que decidiera alejarse algo asqueado de dicho mundillo y
regresar a lo suyo, la música.
Rata de dos patas llevaba varios años engavetada cuando, en 2001, la grabó la señora
Francisca Viveros Barradas (archiconocida como Paquita la del Barrio) y la
convirtió en una pieza inmortal. Una
letra gruesa, potente, desprejuiciada, dedicada inicialmente a “dibujar” la
personalidad de un funcionario público de alto rango, se convirtió a partir de
ese momento en un himno femenino. Así ha permanecido. Sin embargo, es bueno
recordar su origen de vez en cuando y tenerla presente por si acaso. Completo
parte de su contenido para quien desee evocarla al momento de saludar a alguien
a quien, para su beneficio o el de sus allegados, le guste disponer de los
dineros públicos: “Maldita sanguijuela, maldita cucaracha, que infectas donde
pisas, que hieres y que matas. Alimaña…”.
Y como estarán preguntándose quién fue el merecedor de tantos
“elogios” disparados por Manuel Eduardo Toscano, pues, según
alguna prensa mexicana, en mayo pasado, el compositor confesó en un
programa de la tele que el auténtico inspirador de la pieza fue un caballero
que gobernó México durante un lapso presidencial del siglo pasado. Pero hay
más, el rollo pica y se extiende porque hace poco una imitadora transgénero de
Paquita, ha parodiado la pieza, ahora dedicándola con nombres y apellidos al actual presidente de México
y a su partido. De ser cierto todo esto, la moraleja de Eloína es que,
cuando ocupan cargos públicos, y si carecen de estatura moral sólida, los políticos corren el riesgo de convertirse
en mamíferos roedores. Igualmente, se arriesgan a que, alguna vez, literalmente
otros les “canten” sus verdades.
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