viernes, julio 28, 2017

Pan con pan es...




Las palabras o expresiones de un idioma no desaparecen por decreto. Esto solo podría ocurrir si se extingue la realidad en la que se usan

Mi tía Eloína suele argumentar que la cerveza, el vino, el queso y el pan son alimentos y bebidas que existen  en todas las culturas del orbe. No hay sociedad en la que, de una u otra forma, no estén presentes los cuatro.  Según eso, todas las lenguas del mundo (vivas, muertas  o en proceso de extinción) tienen vocablos para referirlos. Hay orientaciones y sectas religiosas para las cuales algunos de ellos son  sagrados. Cómo negar, por ejemplo,  la supremacía del vino y el pan dentro de la eucaristía católica.  Y en cuanto al último, es obvia su importancia dentro del judaísmo y sus distintas ceremonias.  No es casual que el llamado "pan ácimo" (sin levadura) sea objeto muy particular de culto tanto para los judeocristianos como para los adventistas, los musulmanes y otros grupos religiosos.

Aunque no resulte muy original decirlo,  el pan es como la vida misma y se manifiesta de muy diversas maneras. Este milagroso y versátil producto, cuya materia prima más popular, aunque no la única, es el trigo, se ha erigido a través del tiempo en la principal industria de muchos países. Imaginemos un mundo sin él y desde ya sabremos que vamos hacia el abismo. Supongamos que el pan desaparece de nuestra mesa y casi podríamos asegurar que estamos muy cerca de la debacle.
No en vano el Diccionario de la lengua española (DLE) acumula nueve acepciones diferentes para definirlo: desde la más literal, alusiva al bollo o pieza individual, hasta su condición como sinónimo de alimento. Lo asocia además  con 29 modismos, dichos o frases proverbiales (por ejemplo, "ser algo pan y circo", "contigo pan y cebolla", "negar el pan y sal a alguien", etc.) y 37 expresiones de esas que los gramáticos llaman frases o locuciones nominales ("pan de horma", "pan eucarístico", "pan bendito"...). Es decir, hay toda una gama semántica en torno a ese humilde pero imprescindible medio de sustento. Y como si fuera poco, el Diccionario de americanismos consigna más de cien expresiones vinculadas con la misma palabra (valga destacar entre ellas "pan de canilla" y "pan de tunja", atribuidas a usos exclusivos de Venezuela, a lo que pudiéramos agregar, entre muchos otros y para no abundar, nuestros muy vernáculos "pan de jamón" y  "pan de horno").

 Todo este rollo (o deberíamos decir "todo este bollo")  de hoy viene dado por el hecho de que en España se ha desatado en estos días toda una campaña relacionada con el refrán  "pan con pan, comida de tontos", cuya versión adaptada para algunos países americanos es "pan con pan (es) comida de loco(s)".  La misma tiene que ver con que el gremio español de los panaderos artesanos intenta proponer muy seriamente a la Real Academia Española y al Instituto Cervantes la "eliminación" de tan frecuente adagio, por cuanto, según ellos, se trataría de una afrenta contra la dignidad de su producto que no se ajusta a la verdad. Atentos al valor de la publicidad moderna y sus alcances, andan por toda la península con una furgoneta, recogen firmas que avalen su solicitud (a la fecha llevan casi cinco mil), han colgado en Internet un conjunto de videos en los que intentan justificar el pedimento y, no podía faltar en este tiempo, disponen de una página web (http://www.elpannoescomidadetontos.com/). Indiferentes ante la poca literalidad implícita en formas proverbiales milenarias se han empeñado en asegurar que nada de malo tiene comer "pan con pan" y que hacerlo está muy lejos de la tontera. Más o menos similar a que algún veterinario se sintiera agraviado si alguien le recordara que "por dinero baila el perro y por pan si se lo dan".

Ignoran los proponentes que, primero, el refrán cuya erradicación solicitan no aparece en el Diccionario (porque el DLE no es un refranero) y, segundo, que ni la RAE, ni el Instituto Cervantes, ni la Asociación de las 23 Academias existentes tienen esa facultad para hacer desaparecer del idioma algo que disguste a alguien o que se considere ofensivo para algunos grupos. El idioma es de la gente y es el colectivo de los hablantes el que "decide" si alguna frase o término  mantienen su vigencia o no. Una vez que se imponen por la vía del uso y del acuerdo social, las instituciones simplemente dan cuenta de ello. Ni siquiera los valoran o los califican como buenos, malos o regulares; sencillamente hacen ver que ya son parte del acervo sociolingüístico.


Sin embargo, a favor de los solicitantes habría que decir que, por lo menos entre nosotros, no sería muy complicado que se cumpliera el pedimento, puesto que es la triste realidad nacional la que se ha encargado del asunto. Frases tan populares para la comunicación coloquial como "con su pan se lo coma"; "se acabó el pan de piquito", "al pan, pan y al vino, vino"; "donde hay hambre, no hay pan duro"; "ser más bueno que el pan" y, por supuesto, "el pan nuestro de cada día", han sido condenadas a la total y radical extinción. De modo que ya en el país el pan no es "comida de tontos" o "de locos", ni de nadie. Y la motivación es muy simple: sencillamente no hay pan y, muerto el pan... se inició la rabia.  Seguramente, como consecuencia,  se extinguirán también  las panaderías y las múltiples frases proverbiales en las que aparece la palabra. Ni siquiera podríamos acudir a la expresión sustituta "a falta de pan, buenas son tortas", porque "tortas" sí sobran, pero las que se ponen a diario.

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