miércoles, mayo 16, 2007

Derek Walkott ¿En Caracas?

Suele mi tía Eloína pedirme que de vez en cuando me dedique en estas entregas semanales a dar noticias o impresiones sobre el acontecer cultural o culturoso del país. No es mi hábito, pero esta vez me salgo del redil para complacerla y ofrecer las dudas que nos causaron las recientes intervenciones del poeta y Premio Nóbel de Literatura (1992) Derek Walkott, quien, en compañía de otro Nóbel de la Paz (2006: Muhammad Yunus) acaba de visitar el país, invitado por BANESCO en su ya conocido programa “Palabras para Venezuela”.

Este par de Premios Nóbel aceptaron visitarnos y eso es, naturalmente, una deferencia. Gracias a ellos y a la institución que hizo posible la visita, tras el furor de una contundente campaña publicitaria que, como es natural, despertó muchas expectativas.


Muhammad Yunus dedicó buena parte de su discurso a demostrarnos cómo prestar dinero a los pobres para fortalecer en ellos la responsabilidad del crédito y la productividad del trabajo creativo, poniendo énfasis en la solución de problemas sociales. Y lo hizo bien, muy bien, incluida cierta sazón de humor que para nada disminuyó la profundidad de su discurso, hiladísimo, muy narrativo, convincente y contundente: no es poca cosa adjudicar microcréditos a una millonada de mujeres pobres, hacia las cuales su banco tiene preferencia obvia y confesa. Punto a favor de los economistas. El célebre fundador del Grameen Bank, de Bangladesh, demostró que no es un “terconomista” común y corriente. Bravo por él. Nos vio (a la audiencia) como gente, así nos habló y así nos sintonizamos con su palabra.

Por el contrario, menos consistente y convincente fue la intervención de Derek Walkott. Luego de una mínima y casi imperceptible introducción, leyó un fragmento de un largo poema suyo, acompañado por ese magnífico músico y guitarrista venezolano que es Miguel Delgado Estévez. Esto lo hizo el poeta muy bien, cómo dudarlo. Le puso melodía, le puso cadencia, le puso emoción y entonación ajustadísima a su fragmento declamado en inglés.

Para decir la pura verdad, hubiéramos preferido que lo leyera sólo en su lengua materna, sin la intermediación “traductolectora” del señor que, luego de la lectura pausada, fascinante, del poeta, se dedicaba a “transmitirnos” el contenido en español. Todo el esfuerzo del autor se venía abajo cada vez que el traductor intervenía. Dice Eloína que en realidad no intervenía, más bien “interfuñía”, transgredía, violentaba la magia lírica mediante una lectura totalmente plana y desentonada, desencajada, desventurada, “destrozadora”, en fin todos los des- con significado negativo posibles en lengua española. Sin decir nada de algunos pretéritos simples terminados en “ese” que se le deslizaban, como si jamás hubiera asistido a la escuela (vinistesss, corristesss, etc.).

La poesía de Walkott perdió ese día buena parte de su magia y su fulgurante esfera de imágenes vueltas añicos por un mal lector que además no estaba traduciendo sino leyendo de un papel. Y, obvio, esto para nada concierne al autor que, como hemos dicho, en su lectura en inglés se lució. Ni es su culpa ni él escogió (suponemos) al “intermediario”.

Lo que sí le compete al autor es que los escuchas, participantes pasivos en el evento, que éramos muchísimos, nos quedamos esperando un discurso posterior un tanto más sustancioso, algo que nos dijera un poco más de su manera de pensar el mundo. Dice mi parienta que limitarse apenas a leer un poema, ya traducido y conocido, después de la campaña que “repletó” los espacios del auditorio, sin que sobrara ni una sola silla, pues como que no encaja mucho. La encuesta inmediata que hicimos in situ lo ratificó: Aparte del poema, la gente aspiraba a un poco más de reflexión, algo más de otra cosa que nos dijera por qué alguien es un Nóbel de Literatura, por qué un Nóbel es un hablante público consustanciado con el mundo, con sus problemas y con los problemas de la gente que vive el día a día, sobre todo, en una realidad como la caribeña.

Pero nada de eso ocurrió.

Y esto sin olvidar el folclórico detalle de cierre ofrecido por el pequeño cortejo de venezolanos selectos que lo acompañaba durante el brindis final. Unos cinco o seis escritores robacámara que rodeaban al poeta, monopolizándolo, sin permitir que nadie se le acercara. Una especie de espontáneo “anillo de seguridad” que se añadió a las expectativas frustradas, para impedir que los mortales tuvieran la oportunidad de preguntar algo sobre aquello que no habían escuchado y tanto habían esperado desde hacía varios días.

Esa noche la literatura y la poesía dejaron pasar la oportunidad. Como para que se siga pensando que los escritores vivimos en las nebulosas. Como si el poeta no hubiera estado entre nosotros.

miércoles, mayo 09, 2007

Terconomistas








A  mi amigo y excompañero de tiempos andresbellistas
 Luis Xavier Grisanti,
porque sabe mirar las curvas de la economía con humor.

Según mi tía Eloína, el mundo comenzó a girar de manera extraña desde el mismo día en que se fundó la Economía como ciencia. ¿Ciencia de qué? Pues de activos, de pasivos, de curvas que suben y bajan, de precios y contraofertas, de mercado y de mercadeo, en fin, de números y de acciones que suben e índices que bajan.
El prototipo del economista tropical que ha sido pasante del FMI o del Banco Mundial es un señor de corbata negra y rostro duro, lo que se dice un hombre aparentemente pasivo y circulante que vive hablando de activos fijos. Su mayor obsesión de espíritu parece ser la liquidez. No hay nada sólido ni gaseoso en su rutina profesional de bolsas y acciones. Suele hablar mucho de productividad, pero en ciertos casos solo pareciera producir recurrentes opiniones negativas acerca de los planes y proyectos presupuestarios en los que no ha participado.
Casi todo economista moderno es asesor o consultor de algo o de alguien. Vive de consulta en consulta y, entre una asesoría y otra, pues lee e interpreta cifras y presupuestos que casi siempre resultan en rojo para el común de la gente. Percibe en las encuestas y sondeos lo que nadie es capaz de captar. Y usualmente espera que nos quedemos con la lengua afuera, luego de escuchar sus pronósticos sobre ahorros, desahorros y gastos. Es decir, logra casi siempre que uno se sienta una caja de conversión de sorpresas.
Fije usted su atención cada vez que alguno de estos profesionales declare por la tele o por la prensa escrita y percibirá que, casi como fórmulas de encantamiento, dejan escapar como quien no quiere la cosa tres o cuatro términos que plasman al que escucha o al que lee:

“La hiperinflación traerá un déficit estanflacionario reversado por el superhábit de la indexación macroeconómica del gasto público”.
Es natural que al intentar descifrar este tipo de expresiones superespecializadas, termine uno creyendo que de verdad hay detrás un complejo mundo de teorías apretadísimas y métodos infalibles. Se imagina uno a sí mismo como un impotente gusanillo incapaz de consumir cálculos y expulsar números, un pequeño e insignificante cascajo que perecerá bajo las sesudas formulaciones salidas de los consultorios económicos.
Sin olvidar que un economista que se precie de serlo, uno salido de la propia Escuela de Economía de alguna institución gringa, como, por ejemplo, la de la Universidad de Chicago, no acepta ni que se le refute ni que se le discuta lo que a su propio parecer tantas neuronas le ha costado deducir. Algunos se ponen entonces tercos hasta el punto de enrojecer sus cachetes y comenzar a argumentar con el manual de Adam Smith o John Keynes en la mano.
Según mi parienta, esos, más bien deberían llamarse terconomistas.
Si vamos a la realidad y nos sentamos frente a nuestra propia situación de ciudadanos comunes y corrientes, pues encontraremos que mientras los más reputados economistas (que, por cierto en el caso venezolano siempre son los mismos en la radio, en la televisión, en los medios impresos y hasta en la Internet) hablan de ”libre mercado”, nosotros sentimos el peso de su léxico detonante cuando acudimos al “mercado libre”.
Y temblaríamos si sale alguno afecto a cualquier gobierno a decir que va a mejorar la situación porque suelen expresarse de retruque: algo andará mal en nuestras vidas cotidianas si algún economista vislumbra cierto “crecimiento de la economía”. Igual que pasa cuando dicen que la masa de dinero no está para bollo de gasto corriente, o que nuestro cuerpo mortal y pedestre no puede alimentarse con “dinero inorgánico.
Debemos aprender a interpretarlos y a saber que cuando dicen “crecimiento de gastos fijos” quieren decir “presupuesto hogareño en declive”. Economía, toda una ciencia que asusta, pues.

miércoles, mayo 02, 2007

Sesos y sexos


Referencia: http://eltrasterodepalacio.wordpress.com/2011/11/17/diferencias-entre-el-cerebro-del-hombre-y-la-mujer/

El calificativo humorístico y no pocas veces discriminatorio de “seso débil”, atribuido durante mucho tiempo a las integrantes del género femenino, comenzó a derrumbarse desde el mismo día en que una doctora de nombre Sally Shaywitz (co-directora del Centro de Estudio para el Aprendizaje y la Atención, de la Universidad de Yale, especialista en dislexia), demostró con sus experimentos que a la hora de poner en práctica los recursos verbales, las damas son mucho más diestras que los varones porque se valen de ambos hemisferios cerebrales simultáneamente.
Se ha argumentado además que si bien es cierto que ellas se fijan más en lo superfluo, los hombres somos la auténtica torta a la hora de utilizar las neuronas para distinguir tonos de voz y melodías. Por eso a veces no diferenciamos entre un regaño y una caricia. Si es hombre…es bruto fue el lema de un conocido y ya desaparecido programa radial venezolano, animado por un par de chicas apodadas las Cuaimas.
Desde hace tiempo, este asunto ha tenido verdaderamente preocupada a mi tía Eloína, no tanto por ella sino por su marido de turno, quien, educado al estilo de la vieja guardia machista, siempre ha estado plenamente convencido de la presunta superioridad absoluta de los varones a la hora de esculcar los territorios cerebrales u otros lares de la humana anatomía.
Eso de que las chicas son capaces de poner en funcionamiento la razón y los sentimientos de un solo guamazo, no convence demasiado a mi “tío político”. Su frustración se ha agigantado cuando además leyó en un reportaje que hay partes del cerebro femenino que son de mayor tamaño que sus equivalentes en los del sexo opuesto.
-Comprendo que ellas sean expertas en el arte de las escenas emotivas y lloronas –dice el don- pero no por eso debemos creer que nosotros somos insensibles hasta la médula e incapaces de identificar las cosas por el tamaño. ¡Yo distingo una barco y un mujerón grande, ande o no ande!
Al margen de lo que opine mi colérico casi pariente, este rollo de sesos y de sexos se está complicando en estos tiempos, y quizás más de lo que hubiéramos querido tanto nosotros como ellas. Cierta anécdota referida hace tiempo en un artículo de la famosa revista gringa Nature indicaba que un conferencista de Pensylvannia (en los USA),  había estado a punto de ser linchado por un grupo de fúricas damiselas, cuando lo oyeron decir que las diferencias de género vienen genéticamente programadas desde las propias circunvoluciones cerebrales y que se localizan en el “lóbulo temporal”, el “cuerpo calloso” y la “comisura anterior”.
Ante la posibilidad de que esto fuera cierto, la catorcera de feministas que lo escuchaba se levantaron al unísono de sus asientos y, utilizando precisamente sus ventajas cerebrales para manifestar emociones sin tapujos, le cayeron a codazos al inofensivo investigador, quien debió ser protegido por los agentes de seguridad del local y marcharse con su “cerebridad” a otra parte.
De acuerdo con sus propias declaraciones a la prensa, el rollo que se les planteó a las chicas atacantes fue el siguiente. Si ambos hemisferios no son iguales en los integrantes de ambos sexos y si fuera verdad que vienen genéticamente preparados para hacer sentir, actuar y expresarse de manera distinta, entonces podría darse al traste con los muchos años de lucha por la igualdad de los géneros en todos los ámbitos. Ya no podría echarse la culpa a los caballeros por ser “olvidadizos”, debido a que el que nace con las neuronas del recuerdo torcidas nunca sus ramas sinápticas enderezará. Se abriría además la posibilidad de que cobremos en casa muchas deudas eternas y pendientes. Por ejemplo, las esposas de los chicos parranderos nunca habrían tenido verdaderos motivos para echarlos del hogar cada vez que hubieran olvidado dormir en su propia cama. Puestos ante cualquier tribunal familiar, podrían argumentar masculina y muy “científicamente” algo como lo que sigue:

-Mire, suegra, ya la neurología ha demostrado que uno como varón no se fija en los superfluo sino en lo principal. Se me olvidó dormir con su hija por culpa de un cuerpo calloso que no aguanta dos pedidas. Entienda usted que si esto ocurre, cualquiera puede perder el lóbulo temporal  al conseguir una comisura anterior en alguna "circunvalación" de esta ciudad.