Aunque no
falten quienes lo consideren milagroso, el vocablo "papa" puede
resultar bastante prolífico y acomodaticio
En nuestro idioma, la palabra "papa" no es
tan sencilla ni tan "papaya" como podríamos imaginar. Semánticamente,
resulta mucho más compleja de lo que aparenta. La papa es una planta y un tubérculo alimenticio, pero —aunque a veces se la
considere un poderoso "re-constituyente"— hay papas que no necesariamente sirven como alimento. En
la península ibérica prefieren mayoritariamente la designación de
"patata" y, de tanto que la cultivan y la explotan gastronómicamente,
muchos españoles suelen creer que desde siempre ha sido parte de su cultura e
ignoran que les llegó de Suramérica. Quienes saben de estos asuntos comentan
que hubo lapsos durante los cuales los peninsulares rechazaban todo lo que
oliera a "papa", debido a que la consideraban transmisora de la
lepra. Se dice además que fue el pirata Sir Frances Drake quien la llevó a
Irlanda y, desde allí, se esparció por toda Europa. Hay noticias de que los
llamados "hijos de Putin", o sea, los rusos, están actualmente entre
los primeros productores mundiales de papas.
Como alimento mundial de primer orden, el nombre y la
prosapia de esta planta están fuertemente imbricados con modismos y otras
manifestaciones verbales. A ciertos
problemas o asuntos que nadie quiere asumir por considerarlos complicados o
comprometedores, suele calificárselos de "papa caliente". Sospecha mi
tía Eloína que es lo que debe estar ocurriendo estos días entre diferentes
facciones del gobierno; aunque desde afuera se ve clarito, no consiguen a quién
achacarle la papa caliente de ya no poder arrastrar a sus marchas tantas
personas, como ocurría en otros tiempos. Según el Diccionario de americanismos (2010), para uruguayos y argentinos,
una mujer hermosa puede ser catalogada como "papa", pero también un
mexicano o un chileno podrían indicarnos
que se asocia con "mentira". En algunos países centroamericanos es
equivalente a dinero: "por mucho aumento que se haga, el mes que viene
estaremos sin papa para comprar la papa". También en México, la expresión
"ser alguien una papa" es utilizada como sinónimo de
"inepto" ("Ese caballero es una auténtica papa"); en tanto,
en El Salvador, es coloquialmente sinónimo de pene. Un paraguayo podría afirmar
que tener un puesto público y aprovecharlo para lucrarse es una papa. Más allá de lo que puedan creer los
aficionados a la comida rápida, en algunos países hispanoamericanos, la expresión
"papa frita" sirve también para designar a personas tontas o lerdas,
lentas en la comprensión de lo que está pasando y hasta ingenuas.
En Cuba, la locución "papa suave" alude a
algo que se obtiene de otro sin demasiado esfuerzo, con mucha facilidad,
"chuleándolo" (por ejemplo, una papa suave podría ser el modo como
algunos países caribeños han venido proveyéndose de petróleo venezolano). Con
otra acepción diferente que la relaciona con la comida, en Venezuela llevamos
ya varios años padeciendo dificultades para
"meterle a la papa". A
cualquier persona opuesta al gobierno se le ha puesto la "papa dura"
desde hace tiempo, pero si tiene familia enchufada sabe que la susodicha solo
está disponible para quienes militan en el oficialismo y, en consecuencia,
disfrutan de la "papa diaria", porque la tienen
"papita" e incluso reciben la "clapapa" en sus casas. Por
eso son los únicos que están "papeados".
Como toda dictadura suele generar desde el seno de su
propia atrocidad un vocabulario macabro que la identifica, mi parienta me ha
recordado que durante la época oscura de Juan Vicente Gómez, el término
"papa" se utilizaba para calificar a los presos políticos que
ingresaban por primera vez en la tenebrosa Rotunda. Si rescatáramos ese
significado, hoy sería de uso mucho más que frecuente, aplicado en los múltiples
presidios que albergan disidentes del gobierno.
El
"mataburros" aclara que también se habla de "papa" cuando
nos referimos al "sucesor de san Pedro" en el planeta Tierra, es
decir, al "papaúpa" de la Iglesia católica en todo el mundo. Cuando se habla de alguien que ocupa
ilegítimamente el cargo se le llama "antipapa". Entre los jesuitas se habla de un "papa
negro" para referirse al sacerdote encargado de presidir esa congregación.
En cuanto al prelado ocupante del Vaticano, hay que dejar claro que,
independientemente de ese altísimo y sacrosanto escalafón, su designación puede
escribirse también con minúscula inicial, sin temores a que quien ejerce el
cargo o sus acólitos se ofendan. Y, como suele ser el mediador más que
autorizado entre los hombres y el cielo, no faltan quienes asuman que una
palabra suya bastará para sanar las fuertes heridas terrenales que algunos
regímenes generan en la población civil, indefensa y desarmada.
No es entonces una "papa pelada"
despachar este vocablo de un plumazo. Intentarlo sería querer ser "más
papista que el papa". Si algún alto funcionario público tiene
problemas de dicción, de léxico, de sintaxis, de carácter, de personalidad, de
megalomanía e intenta convencernos de la necesaria participación del papa en los
conflictos del país, deberíamos hacernos los locos y aparentar que no
entendemos "ni papa". Finalmente, se precisa no confundir
"papa" con "papá". Esta última voz es aguda y alude al
progenitor biológico, —como diría un gramático— la otra es grave y, por ser tan
prolija en sinónimos populares, no siempre conduce al significado que deseamos.
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