Al contrario
de lo que suelen aparentar, las mariposas pueden ser altamente peligrosas y
tóxicas para la sociedad
El Diccionario de la lengua
española (DLE) registra catorce acepciones para la palabra “mariposa”. La
primera es de carácter general y alude al insecto de “boca chupadora con dos
pares de alas cubiertas de escamas…”. Los especialistas en entomología las
llaman “lepidópteros” y suelen identificarlas por su boca en forma de espiral,
conocida como espiritrompa. Entre otras, el DLE
refiere también que hay un estilo de natación llamado del mismo modo y,
además, nos recuerda que el término se usa mucho en Cuba, debido a que la flor
nacional de ese país se llama precisamente la “flor de la mariposa”. También hay en esa misma isla imperial un
pajarito muy popular al que en diminutivo se le dice “mariposito” o
“mariposillo”. Mi tía Eloína suele bromear argumentando que todo cubano o
procubano aspira a metamorfosearse, después de fallecido, en esa avecilla
voladora y que, incluso, hay muchos que alegan haber sido visitados desde el
más allá por algunos familiares o
curruñas reencarnados.
Dentro de la fraseología popular hispánica es conocida la “mariposa
de la muerte”, llamada así porque, como si fuera un tatuaje, lleva dibujado en su torso algo similar a una
calavera. A la típica corbata de lacito o “pajarita” también se le conoce como
“corbata mariposa” (que a veces aprieta tanto que ahorca) y cualquiera que haya
subido a nuestro cerro Ávila sabe que se le recomienda tener mucho cuidado con
una serpiente harto venenosa conocida como la “tigra mariposa”. De la misma voz deriva otra que amplía su
significado un poco más: “mariposón”. No obstante, ya esta última no es tan
pródiga en acepciones. Según la misma fuente, limita sus significados a dos. El
primero podría resultar muy positivo para los
que se consideran “machistos” chulos
donjuanes de pacotilla: “hombre inconstante y caprichoso en su
dedicación a algo y especialmente en su galanteo con las mujeres”. El segundo
es un poco más ofensivo y seguramente ya
no les agradará tanto a esos ejemplares (que además suelen ser homofóbicos),
debido a que aparece marcado como despectivo: “hombre homosexual”.
Todo lo expresado ha sido la causa de una corriente mitológica,
fraseológica y metafórica vinculada con seres que a veces simulan disfrazarse
del inofensivo animalito y pueden llegar a convertirse en una verdadera
calamidad. Por ejemplo, hay mariposas de
color oscuro, pesadas y fastidiosas, a
las que la gente detesta por considerarlas altamente tóxicas. A nadie le gusta
el polvillo que segregan a través de sus escamas que, por cierto, suele compararse
con el gas que emana de las bombas lacrimógenas. Dicen los agricultores que
el peor y más peligroso estado de cualquier mariposa es cuando existe en forma
de huevo o capullo. Hay las que, desde antes de nacer, se disfrazan de oruga y
justo en esa etapa constituyen verdaderas plagas, capaces de arrasar con todo
lo animal, vegetal y mineral que encuentren a su paso. Existen además algunas
altamente venenosas, las cuales resultan muy peligrosas cuando son atacadas o
creen ver en riesgo su hábitat; son mariposas asesinas y suelen agredir en
grupo porque eso las hace sentirse valentonas y dispuestas, aun cuando, según
la entomología, en solitario suelen portarse pusilánimemente. No faltan los
ejemplares de lepidópteros a los que les encanta la basura y suelen posarse
sobre ella para sobrevivir a costa de los desechos. No en balde, en algunas
regiones del Caribe se las llama también
"taras", con todas las connotaciones negativas de ese sinónimo.
De modo que, todo lo contrario de lo que
nos enseñaron en la escuela, no toda
mariposa es tan tierna y colorida como puedan mostrar las apariencias. De su infancia en Los Puertos de
Altagracia, mi tía Eloína suele recordar que, precisamente durante los días de
Semana Santa, solían cundir por todo el pueblo multitudes de unas molestosas
maripositas amarillas muy perjudiciales para la salud, porque solo dejaban a su
paso alergias y muchos otros males. Por ese motivo, casi toda la población
joven se armaba con un pliego de periódico doblado en ocho y salía dispuesta a
contribuir con el inmediato y necesario exterminio de aquellas invasoras. El
método consistía en asir un extremo del papel con los dedos y moverlo
haciéndolo golpear contra la parte interna del antebrazo. Esto producía un
curioso ruido (algo así como pac, pac, pac) que por alguna razón atraía a las
intrusas y las llevaba a golpearse ellas mismas con el periódico en movimiento,
por lo que al final resultaban “autosuicidas”. Se las conocía popularmente como
"Chacumbelas”. Y, por si el lector desconoce el origen de este apodo, el
mismo aludía a un personaje de una guaracha, también cubana, que nos recuerda
que Chacumbele fue un extrapecista y policía de la zona de Camagüey. En su
juventud, este caballero había sido vendedor ¡de mariposas y flores! Deprimido por los celos (consecuencia de su
actuación como enamoradizo mariposón), solitario y abandonado por la misma
gente que antes lo había aupado en sus actuaciones circenses, ya siendo agente del orden público, decidió
despacharse a sí mismo, disparándose su arma de reglamento. Así lo inmortalizó
una popular canción del compositor Alejandro Mustelier que, adaptada por el
maestro Billo Frómeta, interpretó muchas veces el admirado guarachero maracucho
Cheo García: "Parrandeando por las calles de la Habana / noche y día y
nunca duerme, caramba / buscando a Chacumbele, que ayer noche se marchó /
Chacumbele que ya estaba aburrido de vivir/y por culpa de tus celos, él mismito
se mató / ¡Ay!, Chacumbele, él mismito se mató...
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