Acerca de Twitter y su inmersión
ya ineludible e inevitable en la comunicación
social contemporánea
Una noticia sobre las llamadas
redes sociales ha saturado diversos espacios y medios de comunicación en estos
días: Twitter acaba de cumplir diez años. Muchos se mostrarán indiferentes ante
este hecho; a otros pudiera resultarles fútil o intrascendente el
acontecimiento. Quizás haya quien crea que esto no tiene ninguna importancia porque
tal vez no resuelve algunos de los diversos problemas cotidianos tan propios de
estos tiempos en los que en el planeta se cruzan las lluvias torrenciales con
sequías impredecibles, nevadas inesperadas u otros fenómenos naturales de
dimensiones inéditas. No obstante, la noticia es esa: Twitter ha llegado a la
década y, según sus propias estadísticas, cuenta ya con 320 millones de
usuarios en todo el mundo. Les guste o no a nuestros actuales próceres, nació
en el “imperio mesmo”, en 2006, y uno de sus creadores (Jack Dorse) prefiere
aludirla como “red informativa”. Lo de “red social” no le cuadra mucho, debido
al mayor énfasis que el pajarito azul
pone en los contenidos. Discusión bizantina en la que no deseamos engancharnos,
pero algo sí hay que precisar: la información y la comunicación servirían de
muy poco si no tuvieran incidencia en lo social. Punto en boca y no digo más,
señor Dorse.
Motivada por este singular aniversario,
mi tía Eloína me ha sugerido que escriba acerca de esto y cumplo entonces con
su solicitud. Comienzo diciendo que, al haberse vuelto tan importante y tan
cotidiano para las comunicaciones habituales, este sistema ha logrado
instalarse incluso en el cuerpo de nuestro idioma. Si acude usted a la versión
más reciente del Diccionario de la lengua
española (DLE, 2014) encontrará que hay varias palabras relacionadas con el
fenómeno que ya gozan de plena aceptación en nuestra lengua. De modo que no es
extraño ni inadecuado que algunos hablantes o escritores expresen que han
enviado o recibido un “tuit”, o que en algún momento se han planteado “tuitear”
alguna idea. Y si ha entrado el verbo, es obvio que también lo haya hecho su
completa conjugación (tuiteas, tuitearán, tuiteado, tuitearía, tuiteando,
tuitease, tuiteen, etc.). Tampoco son ya extraños los sustantivos “tuiteo”
(acción de tuitear) y “tuitero” (persona que tuitea). Lo que no puede recibir
carta de nacionalidad idiomática en español es la voz “Twitter”, por tratarse
de una marca comercial registrada.
Aprovechando su rol de hablante
libertina, mi parienta se ha encaprichado con otra palabra de la familia,
excluida por ahora del DLE: tuiteca (acumulación o depósito de tuits). Suele
también tildar de “tuitosos o tuitosas” a las personas adictas a esta red, que,
por lo general, resultan también creyentes incondicionales de todo lo
que circula por ella. Mención especial merece el hecho de que no todo lo que fluye
por allí es confiable. Eloína se ha
encaprichado además con la forma híbrida “notuitcia”, para referirse a las
innumerables noticias que a diario circulan a través de este milagroso sistema
de los ciento cuarenta caracteres. También se escucha por allí la expresión
“decirlo en un tuit”: expresar algo breve, concisa y muy resumidamente. La
palabra “tuitivo”, también registrada desde antaño en el DLE, nada tiene que
ver con tuit ni con tuitear. Su relación de familia la asocia con “tuición”
(acción de defender).
Hay que añadir que existen
tuiteros serios y otros no tanto, desbocados y calmos, reflexivos y fanfarrones,
pantalleros y cautos, falsarios y auténticos; que debe utilizarse este medio
con la debida sindéresis y ponderación; que valen sin ninguna duda los recortes
de palabras o abreviaciones a los que a veces debe recurrirse por las
limitaciones de caracteres; que no siempre es adecuado para manifestar
públicamente estados de ánimo, emociones o sentimientos personales; que si
usted riñe con su pareja, tiene colitis
o triglicéridos de más no tiene por qué tuitearlo; que buena parte de la
utilidad efectiva de Twitter radica en saber qué decir, cómo decirlo y para
quiénes.
Finalmente, desmárquese de los
pedantones que le indican que debe pronunciar “tuírer” o “tuita”, como si usted
fuera angloparlante. Tampoco se confíe demasiado en ciertas sugerencias de puristas
improvisados que, afincándose en la traducción literal de estos términos,
aconsejan utilizar “trinar” en vez de tuitear, “trino” en lugar de tuit o
“trinador” por tuitero. Poco falta para que nos indiquen que en lugar de
Twitter debemos usar “Gorjeo” o “Gorjear”. La lengua se defiende sola, sin la
intermediación de falsos abogados filológicos. Imagine lo cursilón y destemplado
que pudiera resultar un tuit oficial como el siguiente: “Trinador mayor me ha
ordenado que, como vicetrinador, trine: parlamento “mudista” hostiga al Gobierno a través de
su nueva cuenta de Gorjeo”.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (27 de marzo de 2016)
Imagen aportada por Contrapunto
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