A veces
cambiamos las letras de los boleros reproduciendo no lo que escuchamos, sino lo
que creemos oír
El bolero
es un género musical cuya composición verbal podemos apreciar mucho más allá de
las implicaciones sociales vinculadas a factores tan cotidianos en nuestro
medio tropical como el (des)encanto o desengaño, la cornamenta, las traiciones
amorosas, los tragos y la rocola. Es verdad que bolero y (des)pecho son
hermanos gemelos, pero hay algo más. Si no deja de ser cierto que algunas
letras reflejan un cierto nivel de lo que muy subjetiva y superficialmente se
denomina «cursilería», lo cursi no siempre fue tal cosa y, aun si lo hubiere
sido, a veces es sabrosamente válido. Apelando precisamente al derecho
universal que los seres humanos tenemos a la cursilería, a veces nos tomamos la
libertad de repetir las letras como creemos haberlas escuchado.
A muchos nos ha ocurrido que luego de haber
tarareado alguna canción popular por muchos años, un día descubrimos que hemos
estado repitiendo la letra de manera equivocada. Recuerdo, por
ejemplo, un famoso bolero intitulado Únicamente
tú (del mexicano Manuel Acuña), que,
entre otros, popularizó Felipe Pirela. En alguna parte de esa pieza dice “mas
no tornes en quimera esta ilusión”. Si usted aprendió esa letra cuando era un
imberbe que todavía llevaba la alhucema en el ombligo (el dicho es de mi tía
Eloína), pues seguramente repitió muchas veces cualquier cosa menos la
expresión que he citado arriba. Ello podría obedecer a la coincidencia en un
solo verso de palabras tan poco frecuentes como “tornes” y “quimera” (valga una
versión de ese verso localizada en un antiguo cancionero: “mas no tomes en
carrera esa ilusión”).
De manera
que cuando alguien escucha ese tipo de melodías populares construidas mediante
una sintaxis antediluviana o que
contienen vocabulario desconocido, poco
usual, anticuado, pues no le queda más remedio que ceñirse a lo que cree haber captado.
A su vez, otro aprende aquel tarareo equivocado, lo repite y así va corriendo la
“interpretación” fallida de la letra, hasta que se hace costumbre y así se
queda. Basta revisar algunas páginas que reproducen letras de boleros en la
Internet para darse cuenta de este fenómeno.
Hay,
por ejemplo, otro célebre bolero intitulado Amor
se escribe con llanto (del compositor colombiano Álvaro Dalmar) en alguna
parte de cuya letra dice lo siguiente: “tu
querer fue cariño como de santo, tibia
luz en las noches de mi extravío”. Mi tía Eloína jura que más de una vez ha
escuchado y leído esa expresión como “su querer fue cariño como de santo, y dio a luz en las noches de su
extravío”.
Y ocurre
eso porque el carácter de discurso colectivo del bolero, sujeto a los vaivenes
de lo popular, lo conduce a sufrir modificaciones
similares a las de la literatura oral o a la repetición de los chistes y de los
chismes. Técnica del rumor la llaman. Hay expresiones que, si bien son parte de
alguna pieza conocida, pueden resultar a veces incomprensibles, desusadas,
ilógicas o fáciles de confundir fonéticamente. Detectamos, por ejemplo, algunos
cambios en ciertas canciones que, si bien parecen insignificantes, distancian
el contenido de lo que fue la intención inicial de sus creadores. Veamos
algunos ejemplos que ilustran esta situación; primero la supuesta versión
original, luego la versión modificada:
“fuiste tan sólo quimera sin alma ni corazón…” (Aquella tarde, Fernando Lecaros, chileno)
fuiste tan sólo ramera sin alma ni corazón…
“…como hiedra del mal te me enredaste…” (Hipócrita, Carlos Crespo, mexicano)
…como fiera
del mal te me enredaste
El
intérprete (o el oyente) trata de “acomodar” la letra de acuerdo con su
intuición, lo que se trasladará luego al colectivo. Qué no podría
ocurrir cuando escucha usted una expresión tan sonora y rebuscada como “… tu voz tan cristalina, tan suave y argentada de ignota
idealidad” (Longina, del cubano
Manuel Corona).
Compiladora de estos
gazapos de origen auditivo en sus ratos de ocio, mi tía Eloína tiene una
cantidad tal de muestras de esta naturaleza que le servirían para una futura
enciclopedia del disparate. Ella asegura que cuando alguien canta Voy a apagar la luz (de Manzanero), pues
quizás imagine que alude a la diligencia de poner al día la deuda con la
empresa de electricidad (“voy a pagar la luz”, aunque entre nosotros este servicio
sea tan deficiente, hay que bajarse igual cuando llega la cuenta).
No falta quien jure que
el bolero Plazos traicioneros (de
Luis Marquetti) no se llama así sino Lazos
traicioneros. Mi parienta me ha pedido incluso que cierre con un caso para
ella emblemático, por lo que implica la falsa interpretación que se ha hecho de
un verso del bolero Lágrimas negras, cuyo
autor es el cubano Miguel Matamoros. La letra original dice en alguna parte
“sufro la inmensa pena de tu extravío”. No
me había dado cuenta, pero en mi familia aseguran que cuando yo repito eso bajo
la ducha lo que digo es “sufro la inmensa pena de tu estrabiiismo”.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (13 de marzo de 2016)
Imagen: Cheo Hurtado, músico y bolerista venezolano.
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