Posiblemente sea Susana
Duijm de las poquísimas candidatas venezolanas que hayan acudido a un certamen de belleza
en su estado original, “sin enmiendas ni tachaduras”
Nadie se extrañaría de que
durante la segunda quincena del mes de octubre de 1955, se armase un zafarrancho
monumental, tanto en Venezuela como en algunos países europeos, tras la
elección que, como Miss Mundo, se hiciera en Londres de una preciosísima joven
venezolana, caraqueña, residente en la urbanización Bello Monte, de Caracas, de
diecinueve años de edad y un garbo que qué Greta ni qué carrizo. Dicen las
publicaciones especializadas que medía 1.75 metros de estatura, que tenía un largo
cabello negro deslumbrante y unos ojos y labios capaces de alborotarle las
feromonas al más tímido. Se llamaba
Carmen Susana Duijm Zubillaga y, para efectos del “missado”, alguien
había sugerido recortar su nombre hasta convertirla en Susana Duijm, de padre
judío surinamés y madre margariteña.
El origen del alboroto y alborozo
era casi obvio: por primera vez una
hispanoamericana se hacía con aquel galardón y, también por primera vez, una
venezolana daba origen a la leyenda que décadas después se convertiría en una
especie de “marca Venezuela”, un país que además de petróleo (muy
malbaratado, por cierto) ha destilado unas cuantas reinas de belleza. No
obstante, muy a pesar del aprecio, el respeto y la admiración que pueda tenerse o sentirse hacia muchas de las que la
sucedieron, mi tía Eloína, contemporánea de la susodicha, ha sostenido siempre que ninguna ha repetido
la hazaña de Susana. “Para la fecha—afirma con seguridad total— ese señor al que
llaman el Zar de la Belleza, Osmel Ricardo Sosa Mancilla, tendría apenas unos
nueve años de edad y, desde Cuba, llegaría al país cuatro años después, motivo
por el cual nada tuvo que ver con aquel acontecimiento. Segundo, —sigue mi
parienta—, después de ser electa Señorita Venezuela y haber obtenido el décimo
lugar entre las semifinalistas del Miss Universo (celebrado ese año en Estados
Unidos), Susana acudió a aquel certamen londinense completica en cuerpo, alma,
vida y corazón; quiere decir, carente de aderezos que la volvieran “buenamoza”
(porque ya lo era suficientemente), con cero reparaciones de “latonería y
pintura” y sin enmienda corporal alguna ni incrustaciones de silicona. O sea,
en Londres se eligió en 1955 a una verdadera caribeña original”.
No obstante, aquella originalidad no radicó nada más en lo físico. De acuerdo
con lo que relatan algunos de los autores del libro Misses de Venezuela: reinas que cautivaron a un país (Caracas,
2005), apenas iniciado el reinado, mucho más que curiosa resultaría también la
extraña conducta de la soberana mundial. Cuentan que, luego de unos días de
coronada, fue invitada a pasar dos semanas en París, ciudad en la que fue halagada
con múltiples loas, aplausos y
solicitudes. Aparte de merecer un agasajo en la embajada de Venezuela, se supo
que un presunto marajá o príncipe de la India, nomás verla, le pidió matrimonio
obsequiándole un anillo de diamantes y esmeraldas. Una reconocida casa de modas
le solicitó que modelara uno solo de sus vestidos a cambio de confeccionarle
toda la vestimenta que requiriese durante la estancia parisina.
Digamos que la cercanía del
invierno, las ofertas monetarias y matrimoniales, la degustación forzada de los
más variados platos de la reconocida cocina gala y la adulancia y jaladera recurrentes se
juntaron para que un día la reina dejara a muchos periodistas fuera de sus
cabales, al declarar públicamente no
solo que estaba harta de París, sino que además añoraba, anhelaba, rogaba
volver a Venezuela, comer espaguetis con caraotas y poder acostarse en un
chinchorro. Se imagina uno que aquel arranque de sinceridad debe haber sido
para coger palco y motivo suficiente para que terminaran apodándola “Carmen la
Salvaje”, como en efecto dicen los cronistas que ocurrió. No obstante, dígase
lo que se haya dicho en aquel tiempo, es obvio que se trató de un ataque de
espontaneidad que nadie se esperaba. Ajena a los formalismos, la reina se había
sublevado y, sin poses, quizás
transgrediendo ciertas normas de protocolo, se atrevió a expresar sus verdades
más íntimas.
Lo cierto es que, en efecto,
Susana regresó al país antes de lo previsto (primera semana de noviembre de
1955) y, más allá de algunos escandalosos titulares de prensa motivados por aquel
arranque de nacionalidad, identidad y autoctonía, fue
recibida en Maiquetía como una verdadera y muy vitoreada heroína. También
hubo comunicadores que aplaudieron sus gestos y aceptaron aquel supuesto
desplante parisino como fidelidad y
arraigo a lo suyo y no como malcriadez o grosería de provinciana.
Pocos días después de haber vuelto,
se la rodeó incluso de chismes nunca confirmados, referentes a una supuesta
relación amorosa con el dictador de turno (Marcos Evangelista Pérez Jiménez) y
comenzó a volverse la celebridad que ha sido hasta este pasado 18 de junio, fecha
en que decidió marcharse definitivamente hacia alguna pasarela celestial.
Su imagen, su garbo de dama
preciosa y su sonrisa se quedan con nosotros. Seguiremos admirándola hasta en las arepas o “tostadas”, a una de cuyas
variedades más conocidas le dio nombre por iniciativa del comerciante
trujillano Heriberto Álvarez. Hermanos Álvarez se llamaba la venta de tostadas
a la que, después de haber regresado al país, acudió alguna vez Susana. Estaba
ubicada en la Gran Avenida de Sabana Grande. El propio Heriberto ha relatado
que durante la visita le obsequiaron una tostada rellena con pollo y aguacate a
la que, en su honor, habían decidido llamar la Reina. “Y como en esa época a
las mujeres de buenas curvas, así como Susana, se les llamaba ‘pepiadas’ —concluye
Álvarez— le pusimos ese apellido a la arepa”.
No está segura mi tía Eloína de que,
después de Susana Duijm haya habido otra reina que aglutine en un solo
significado las palabras “elegancia”, “belleza”, “excelencia”, “hermosura”
“atracción”, “agrado”, “sencillez”, “bonhomía” y “sinceridad”. Casi todas
relacionadas, según el Diccionario de Venezolanismos (1993), con el término
“pepeado-a”. Todas servirían igualmente para
definir al mito escondido bajo el nombre de Carmen Susana Duijm Zubillaga.
-------------Publicado originalmente en www.contrapunto.com (26 de junio de 2016).
Imagen aporatada por www.contrapunto.
-------------
No hay comentarios.:
Publicar un comentario