Una idea para que
alguna vez reaparezca en nuestros supermercados el líquido perlino de la
consorte del toro, la leche.
Mi tía Eloína
es neófita en eso que los especialistas llaman lingüística, pero ninguno de sus
sobrinos duda que pocas personas conocen más que ella de “lengüística”. No en
vano su dicho favorito es “con la lengua que midas, serás medido”. Siendo apenas hablante de español zuliano, se
aventura a veces con ciertas teorías que dejarían lívido y majincho a
cualquiera que se atreva a discutir con ella. No obstante, no siempre mete la
pata; a veces habla de asuntos de la lengua con una certeza y una seguridad
pasmosas. Afirma, por ejemplo, que no hay idioma del mundo en el que no exista
la palabra “leche”. Y se faja con algunas
traducciones aprendidas en una vieja
enciclopedia:
—Wasa le dicen en yoruba —alega orgullosa—, mleco en polaco y gatas en tagalo.
Disfruta
viendo las caras de tontos que ponen sus interlocutores, cuando les muestra que
es más culta de lo que parece, aunque casi siempre se hace la trujillana. Para rematar, agrega ufana que, igualmente,
en cualquier parte hay en este tiempo leche de todas las categorías menos en Venezuela. Adicionalmente, expresa que “no hay población del mundo en la que
no haya individuos lechudos y lecheros”. Y a fin de que nos convenzamos,
agrega que hay políticos venezolanos que no han hecho nada para ocupar los
cargos que ostentan y, sin embargo, ahí están, pegados a la ubre del tesoro
público. Tienen leche. Son lechudos en el sentido que a esa palabra le damos
como sinónimo de suertudo o sortario.
Añade, además, que esos mismos sujetos (o sujetas, que también las hay),
se tornan en unos obstinados lecheros (o tacaños, mezquinos, “agarrados”) nomás
llegan a ocupar una posición en la que les corresponda administrar el dinero
que nos les pertenece y terminan considerándolo tan suyo que solo lo guardan
para ellos.
El tema sobre
la leche y sus voces y significados derivados ha vuelto a nuestras charlas de
estos días, motivado por una curiosa noticia que, muy a pesar de que circuló en
buena parte del mundo como una revelación, pasó entre nosotros por debajito de
la mesa. Tenía que ver con la buena nueva según la cual un grupo de científicos de la India ha descubierto una tipología de
cucarachas que habitan en las costas rocosas del Pacífico y cuya característica
más importante es que no ponen huevos (como el resto de las integrantes de su
especie) sino que paren a sus crías cual si fueran mamíferas y, en
consecuencia, las alimentan como tales. Aunque no hemos visto ninguna fotografía
de las referidas blatodeas (así las llaman en los manuales de entomología),
teóricamente deben estar provistas de mamas que garanticen la supervivencia de
sus crías en las primeras etapas. Según el estudio, la leche que producen
constituye un tipo de líquido que cristaliza en el estómago de las cucarachitas
bebés y se convierte en un reconstituyente más efectivo que otras leches famosas por su poder nutritivo como la
de búfala.
Ya es más que
obvio que, en el caso de nuestro país, por
mucho que la busquemos, no hay leche ni de vaca, ni de cabra, ni de oveja ni de
cualquier otro animal que la provea. Ni siquiera se consigue ahora la
famosa leche de burra. Mala leche hay de
sobra, pero esa no alimenta; más bien cabrea, como diría un madrileño. No
obstante, he aquí una posible salida
para que nuestros expertos en programas de alimentación consideren la
posibilidad, primero, de importar semen de aquellas cucarachas del Pacífico y,
segundo, de poner en práctica un
proyecto de inseminación artificial con tanta cucaracha criolla como tenemos en
los abundantes basureros públicos del país. Pero hasta ahí la idea; lo demás que lo pongan
los encargados de activar esta posibilidad. No nos pregunten ni a mí ni a mi
parienta cómo será el futuro proceso de ordeño de aquellos ejemplares ni
tampoco cómo vamos a convencer a la gente para que la consuma. Eso que lo
piense alguno de nuestros ilustres y lechudos lecheros.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (7 de agosto de 2016)
Imagen: aportada por www.contrapunto
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