lunes, noviembre 27, 2017

"MATATIGRISMO"


Ser "matatigres" no es novedoso entre nosotros, pero, como era de esperarse, dicha actividad se ha potenciado en tiempos de crisis

Hace pocas semanas, un reconocido "terconomista" venezolano, de esos que vislumbran macrotragedias financieras a través de preocupantes micronoticias sobre lo que llaman el Producto Interno Bruto, recomendaba a los jóvenes y no tan jóvenes venezolanos que, aparte de ni siquiera plantearse en este tiempo aciago abandonar el empleo fijo, si lo tienen, se dedicaran a "matar tigres" como método eficaz para aumentar sus cada vez más pírricos ingresos. La declaración llamó la atención de mi tía Eloína, debido a que desconocía que una expresión como esa pudiera formar parte de lo que los lingüistas denominan el "tecnolecto" o lenguaje especializado de tales profesionales de las finanzas.

En Venezuela, el "matatigrismo"  ha sido desde antaño toda una institución; solo que su praxis ha venido reforzándose desde que estamos padeciendo esta situación de levantarnos cada día sin saber cuáles serán los precios de las cosas que por cualquier motivo debemos adquirir. De manera que se agradece al caballero el consejo, pero es obvio que, gracias a la  voracidad de algunos empresarios-comerciantes y al nacimiento y profesionalización del bachaqueo en todas las escalas sociales, deben ser poquísimos los venezolanos que, desde hace bastante tiempo, no hayan incurrido en ella.

"¿De dónde vendrá esa vaina?, ¿qué tienen que ver los jaguares con el trabajo ocasional?", pregunta mi parienta.  En realidad, no hay acuerdo acerca de su origen. Aunque se hace difícil saber si  alguna de ellas se ajusta o no a la verdad de los hechos, suele decirse que  proviene de dos particulares situaciones, por cierto muy poco relacionadas entre sí. Una de ellas la vincula con asunto fácil y rápido para obtener un beneficio económico, adicional a nuestros ingresos regulares; es decir, con algún "resuelve" circunstancial. Popularmente hay quienes afirman  que remite a una anécdota según la cual el patrón solicita a uno de su peones que, aparte de su faena rutinaria, salga de cacería y le traiga un cunaguaro (versión criolla del tigre) que anda merodeando por los alrededores de su propiedad. Una vez cumplida la tarea, el empleado comentaría a sus colegas haber "matado un tigrito", añadiendo que el hecho le había traído como compensación un dinerillo rápido, extra y fácil. Tiene cierta lógica, mas no es la única explicación.

Y no lo es porque la otra versión se relaciona más bien con dificultad y obligación. Remite al universo de la música y se remonta a los años treinta del siglo pasado. Se arguye que, por alguna razón, toda orquesta, grupo, conjunto, banda, e incluso cualquier humilde "ventetú" (reunión improvisada de músicos de distinta procedencia para algún sarao incidental),  estaban prácticamente obligados a agregar siempre a su repertorio la pieza jazzística Tiger rag. A pesar de que al parecer se trata de una interpretación difícil, no tenían más remedio que ejecutarla, por lo que se acostumbraron a comentar que cada vez  debían "matar al tigre", sin aviso y sin protesto. Presumiblemente, de allí, la expresión se amplió y extendió a otros campos. Y es muy cierto que todavía hoy forma parte del vocabulario cotidiano de muchos instrumentistas o cantantes, quienes usualmente argumentan "tener un tigrito" para referirse a toques o interpretaciones ocasionales y, en este tiempo de vacas flacas y funcionarios gordos, importantes al momento de estirar el presupuesto familiar.

No obstante, cualquiera que sea su génesis (si alguna lo fuere), actualmente nadie puede negar la existencia y expansión del matatigrismo en nuestro medio y más allá. Quizás con excepción de la política, al parecer, ya no hay profesión ni entorno en los que no se practique. Existen, incluso, quienes  han abandonado su oficio primigenio para dedicarse por completo a matar tigres aquí, allá y acullá.  Jóvenes y viejos, profesionales o no, activos y jubilados, empleados o desempleados  "matigrean" recurrentemente con el propósito de sobrevivir y desde mucho antes que cualquiera lo recomendara.

Tan arraigada está entre nosotros la actividad que, desde unos años para acá, se ha venido consolidando el proceso de exportación de la misma.  Actualmente hay connacionales que, por diversas circunstancias deben ejercerla en el extranjero. Muchas personas de las que han abandonado "esta tierra de gracia" para intentar hacer vida en otros países están demostrando cómo "matar al tigre sin tenerle miedo al cuero". No sería raro que dentro de poco comencemos a escuchar voces equivalentes y con el mismo significado metafórico en otras lenguas: "tigerkillers" o "tigerhunters" (en inglés), "chasseursdetigres" (en francés) o cacciatoriditigri (en italiano). Imagínela el lector en chino, en japonés, en árabe, en alemán o en ruso.


Lo que parecía entonces una mácula para la nacionalidad y a veces ha sido percibido como uno de nuestros  "defectos de fábrica" se ha convertido, dentro y fuera de las fronteras nacionales, en una virtud que, ante condiciones adversas, puede ser de gran ayuda, ya no necesariamente como labor secundaria y eventual. De allí que una expresión como "matar (hacer o tener) un tigre, o un tigrito" sea ya parte sustancial de nuestra idiosincrasia lingüística, de la economía doméstica cotidiana y del muy humano espíritu de supervivencia del que hemos debido revestirnos, independientemente de cualquier explicación que se intente acerca de su etimología. 

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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (22-10-2017)
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