No se
contente demasiado si alguien quiere halagarlo indicándole que tiene usted los
rasgos de un conejo o una coneja
Hay palabras
curiosas, con buena o mala vibra pero
con pegada renacentista y hasta
con suerte. Voces que parecían extinguidas del vocabulario cotidiano y de
pronto, recuperadas en la voz de algún hablante público, salen de las catacumbas del olvido, florecen
de nuevo y vuelven a estar en labios y letra de una multitud de hablantes. Por
ejemplo, hasta hace varios meses usted se
habría extrañado al encontrar el vocablo "conejo-a", o alguna de sus
voces derivadas, en cualquier medio de comunicación o red social venezolanos. Ni
siquiera teniendo una pata de ídem, lograba conseguir algún referente relacionado
con esto, una alusión que le recordara que el animalejo y su exquisita carne existen. Ya ni se nombraba ese lugar enigmático que
sirve de techo a buena parte del poder militar caraqueño y que hasta finales del siglo pasado era
conocido como Conejo Blanco. Y ni hablar
de conseguir en algún restaurante platos preparados con las piezas despostadas de
lo que los glosarios científicos definen como "mamífero logomorfo"; mucho menos,
en la vitrina de alguna carnicería. Ni para remedio. Parecía una familia de
palabras extinguida, al menos de las enigmáticas madrigueras idiomáticas
nacionales.
No obstante,
súbitamente, sin anestesia, una supuestamente
milagrosa y reveladora iluminación
proveniente de algún recóndito recinto del léxico nacional ha logrado sacar unos cuantos
animalillos de esos de la chistera y el vocablo ha comenzado a resonar como si
ahora estuviésemos viviendo de nuevo el lapso chino-venezolano del conejo. Según
se anuncia, pasará poco tiempo para que, literalmente, los tengamos hasta en la
sopa; hay un resaltante funcionario, excompañero de luchas estudiantiles de mi
tía Eloína, a quien, debido a un notorio mechón blanco, apodaban precisamente el Conejo. Ahora es toda una celebridad, gracias a que algunas
nuevas medidas de la política agrícola urbana
han revivido y puesto de moda el mote. Solo que se lo han ampliado y ahora lo llaman
el Conejo de la Suerte, porque será el encargado de montar con financiamiento
oficial un criadero de sus congéneres. Antes casi se ofendía cuando lo tildaban
de esa manera; ahora siente orgullo al saber que lo asocian con tan singular
cuadrúpedo, principalmente porque —como se diría en español peninsular— supone
que le permitirá "forrarse."
No obstante, le
hemos recordado que no todo es felicidad total dentro de este renacimiento
léxico. Pocos se han fijado que detrás
del vocablo hay también un costado menos
halagador: primero, porque no faltan quienes siendo conejos se piensan a
sí mismos como supuestas liebres de la
política (ojo, que ambas voces no siempre son sinónimos) y, segundo, debido a
que hay los que consideran estar
devorándosela al ofrecer declaraciones y hacernos creer que todo lo relativo al
mundo conejil es positivo. Habría que
recordar que, cuando en español se dice que alguien tiene "risa de conejo", se
hace referencia a que por lo general esa persona ostenta una mueca forzada,
fingida, cínica, indicadora de que sabe
de sobra que con su discurso o su
actuación (o con ambos) está engañando a
la humanidad entera y piensa narcisamente que no se le ven las costuras. Con
cierto despropósito, ese mismo tipo de hablante suele considerar a todo un país
como una cegatona manada de "conejillos de Indias". Vive lo que se diría "conejeando", o
sea, esquivando la realidad y negándose a apreciarla tal como es.
Adicionalmente, dentro del ámbito de lo sexual, en algunas
regiones de España suele utilizarse la voz "coneja" como sinónimo de
"vulva", motivo por el cual no es nada halagador que en esos lugares te
digan que, cuando te enojas, tu rictus es de "conejita". Pero hay más: en diversos espacios hispanohablantes una coneja es una dama que pare y
pare sin ningún tipo de responsabilidad, principalmente si lo hace dentro de
ese tipo de viviendas mínimas, hiperpobladas y antihigiénicas a las que suele
denominarse "conejeras". Por ese motivo, mi parienta se asustó al
leer hace pocos días la noticia según la cual hay un novedoso plan oficial que
comenzará con "800 conejas".
Más todavía, según el Diccionario de americanismos,
la palabrilla tiene significados
negativos, o por lo menos despectivos, en varios lugares de América: por
ejemplo, en México se usa
"conejo", para hacer referencia a un ladronzuelo de baja ralea; en Guatemala, es sinónimo de "policía
chimbo" y también de "tonto-a". El origen de la voz podría traer
además bromistas reminiscencias fonéticas a algún tomador de pelo. Según el Diccionario de la lengua española (DLE)
la voz proviene del latín cuniculus, motivo por el cual no siempre
se debe sonreír si alguien te dice que cuando declaras para la prensa se te ve
clarísima la cara de cuniculus que asumes. Tampoco
deberíamos alegrarnos mucho si se nos dijera a través de los medios de
comunicación que el último de 2017 será el "trimestre del cuniculus"
porque, de ser así, no presagia nada bueno.
No se precisa
recordar además la fama de pícaro, tramposo y embaucador que tiene dentro del
imaginario popular venezolano un personaje como tío Conejo.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (08-10-2017)
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