Algunos géneros literarios breves y la
dificultad para ubicarlos todos en una misma categoría
Lo breve está de moda y —parafraseando
al jesuita y escritor español Baltazar Gracián— si dos veces breve, más de moda
todavía. Literatura en pastillas podría decirse de esos nuevos recursos de que
se han valido y se siguen valiendo algunos escritores. Y cuando se habla de
esto, se alude, por ejemplo, a las muy sucintas y certeras pinceladas
humorísticas a las que don Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) llamó
“greguerías”. Vaya de ejemplo la
siguiente: “Abrir un paraguas es
como disparar contra la lluvia”.
Suele decirse que el célebre y reconocidísimo médico griego Hipócrates
utilizó por primera vez algunas expresiones muy similares a lo que conocemos
como aforismos. Y, en teoría, todo
aforismo es una expresión brevísima, concisa, coherente y exacta; es decir, tan
clara y concreta que no deja lugar a dudas sobre su significado. Hay varios
escritores venezolanos practicantes del aforismo, pero de momento, permítaseme
resaltar la maestría que a ese respecto demostró don Julio Garmendia
(1898-1977). Baste uno solo para paladearlo: "Las comedias están lejos de ser
la realidad, pero la realidad no está muy lejos de ser una comedia."
En el terreno movedizo que es la
literatura contemporánea —además de los aforismos y las greguerías—, un axioma,
una sentencia, un adagio, un apotegma y hasta un refrán pudieran también ser
apreciados como textos de creación literaria, siempre que de ese modo sean
interpretados por la persona que los lee.
El
poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre (1890-1930) publicó un interesante
inventario de textos de esta naturaleza que, aunque hacen honor a su ingenio,
pocos los consideran como parte de su poesía. Los llamó “granizadas”. Un
chispeante botón de muestra: “Los apellidos ilustres son patentes de corso.”
No han sido Garmendia y Ramos Sucre los únicos
autores nuestros dedicados a practicar este tipo de expresiones que a veces
hacen dudar a algunos sobre su carácter literario. Un buen inventario de autores y autoras ha
sido compilado por la profesora Violeta Rojo en el libro Mínima expresión. Una muestra de
la minificción venezolana (Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2009).
Allí, la compiladora recoge ejemplos, publicados entre 1925 y 2009, de 98
autores y 16 autoras. Un repertorio bastante amplio que demuestra plenamente
nuestra afición por esa incierta categoría de los formatos cortos. Podría
decirse que hay en ese libro de todo como en botica: textos que van desde la
similitud inevitable con el aforismo, la greguería, el refrán, el adagio, el
axioma, la granizada, el apotegma o la sentencia, hasta los que pueden ser
considerados minicuentos o micropoemas.
Ahora bien,
¿cómo categorizar en español tan variada gama de formatos mínimos con una voz
genérica que abarque todas las posibilidades existentes y por venir? Literatura
brevísima no dice mucho al respecto. Lo breve puede ir desde una palabra a
varias cuartillas. “Hipocratura”, para hacer honor al médico griego, sonaría a
textos escritos por hipócritas. Descartadas ambas. Aunque incomode a algunos puristas catatónicos, podríamos agrupar tales
formatos bajo un término que suena bastante coherente y razonable: tuiteratura.
Es patente su parecido con las exigencias y rigores lingüísticos del tuiteo,
aunque algunos de los ejemplos citados y muchos otros ni siquiera alcancen los
ciento cuarenta caracteres y otros apenas los sobrepasen. Para darle más fuerza
a este argumento, es preciso recordar que, además de tuiteo, las palabras tuit,
tuitear, y tuitero(ra) ya forman parte
de la más reciente edición en papel del Diccionario
de la lengua española (DILE).
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (26 de julio de 2015)
Imagen: Google images
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