Acerca de las
“braguitas” color naranja que habrán de vestir los vendedores informales de
Puerto Cabello
Mi tía Eloína no cesa de repetir que llevamos algún tiempo viviendo en un
país al revés. Como si un día alguien con el poder suficiente para trastocar
las bases fundacionales del territorio hubiese decidido poner todo en reversa y
modificar de esa manera la visión que tenemos del universo, voltearnos de modo
que siempre estemos mirando hacia abajo, comiendo hacia afuera, caminando de
cabeza, para no citar otras imágenes tan gráficas como impactantes.
Y así vamos (con el esqueleto por
fuera y la musculatura por dentro), cuando de pronto nos topamos en la tele con
una curiosa declaración del actual alcalde de Puerto Cabello. El
burgomaestre hizo pública para todo el
país su resolución según la cual ha
concebido una sanción ejemplarizante que busca castigar el bachaqueo con penalizaciones
de película. Todo buhonero que fuere
pillado vendiendo en algún puesto callejero y a precios exorbitantes productos
regulados será catalogado como infractor
y, en tal sentido, obligado a ofrecer algún servicio comunitario. Pero… además
de ponerlo a exhibirse públicamente,
debería vestirse con una braga de color anaranjado chillón “para que todo el
mundo visualizara — dijo el alcalde— la ilegalidad de sus actos”. Una
posibilidad de ejecución de tal castigo sería, por ejemplo, barrer en la misma
zona donde se haya cometido la infracción.
Varios funcionarios municipales indagan además acerca
de la llamada bachaquería virtual. Es decir, día y noche se dedican a pescar en
el río revuelto de las redes sociales a quienes no se aposentan en las calles
sino que distribuyen los productos a través de los anaqueles de la Internet.
“Nosotros como gobierno —ha
expresado enfáticamente el gobernante— iremos hasta las casas de los
revendedores de productos por Facebook para ponerles (también) la braguita
naranja.” Adicionalmente, ha solicitado
a los medios locales espacios en las páginas iniciales de los diarios, a fin de
que se exhiban las fotografías de los castigados en el cumplimiento de la
penitencia.
Según un viejo dictamen popular
venezolano, justamente porque vamos en contrasentido, somos expertos en hacer
girar las normas que nos desfavorecen para ponerlas de nuestra parte. Pues precisamente
eso ha ocurrido con el edicto de marras. Comentan
algunos habitantes de la comarca portocabellense que, curiosamente, la mayoría de los comerciantes informales
masculinos del lugar ha aceptado sin muchos titubeos la propuesta del alcalde,
porque, según ellos, la sanción podría servir igualmente de recurso
publicitario para aumentar
posteriormente las ventas.
En consecuencia, mi parienta se
atreve a ofrecerle un sano consejo al jefe del ayuntamiento de donde emanó el
edicto. Imagine usted qué ocurriría
si se hubiese aclarado en tan
singular proclama municipal que la
palabra “braga” no tiene un único significado en español. De acuerdo con el Diccionario de Americanismos (2010), en
Venezuela significa “prenda de vestir de una sola pieza que consta de cuerpo y
pantalón…”. No obstante,
según el Diccionario de la lengua
española (DILE), el mismo vocablo tiene, entre otros, un significado que no es nada masculino y que
seguramente desconocen los alegres comerciantes informales: “prenda interior
femenina…”. Es decir, lo que en
Colombia, México y Venezuela, no llamamos bragas sino pantaletas.
Sigamos imaginando y pensemos en
la foto en primera plana de un buhonero de esos que se consideran hombres machos
varones masculinotes haciendo labor de jardinería en un espacio público,
vestido solamente con unas diminutas braguitas anaranjadas. Dicha alternativa
ofrecería además la posibilidad de que las imágenes sean puestas a circular por
las redes sociales en las cuales los infractores anuncian sus productos. Para
las damas buhoneras, obviamente el recurso deberá ser otro. Quizás proceda
vestirlas, a ellas sí, con bragas de mecánico cerradas hasta el
cuello y bien anchas, para evitar malentendidos; ellos, al contrario, con las
otras, chiquiticas, para que les dé vergüenza mostrarse de ese modo. Más
ejemplarizante, imposible. Y el hecho hasta podría servir de atractivo
turístico.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (2 de agosto de 2015)
Caricatura de Contrapunto: Rodolfo Linares
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