La palabra 'fútbol' —proveniente de las voces
inglesas foot (pie)y ball (pelota, esfera)— constituye lo que
los lingüistas y terminólogos denominan un "préstamo" (aunque ya
sabemos que se trata más bien de expropiaciones, porque son palabras que se
adoptan y jamás serán devueltas).
Comenzó a utilizarse en el ámbito hispano como foot-ball, lo que en términos lexicológicos se llama un "extranjerismo
crudo", es decir, el que se incorpora a una lengua con grafía y
pronunciación idéntica a la del idioma original.
En los inicios se aconsejaba transcribirla y
pronunciarla como 'fúdbol', aunque a partir de 1902 terminó imponiéndose tal y
como la conocemos hoy. Sin embargo, no tienen sentido las discusiones
bizantinas acerca de cuál es la forma "correcta" de escribirla. Su
grafía actual, adaptada al español, fue incorporada al Diccionario de la lengua española en 1927 y ratificada en sucesivas
ediciones. Desde 1936, se ofrecen como aceptables dos opciones de escritura y
pronunciación: fútbol y futbol. Escoja usted la que más le
guste, pero si es de los que les tienen tirria a los extrajerismos muy
evidentes, intente un saque de esquina,
pasando por bola el anglicismo y, aunque ya lo use muy poca gente, diga sencillamente 'balompié', que viene a ser
lo mismo. Ambas se alternan y conviven sin problemas desde que la segunda
('balompié') fuera propuesta por el periodista y escritor español Mariano de
Cavia, también a inicios de la primera década del siglo XX (1908).
No obstante, tampoco se crea que fue sencillo
aceptar esta última, por cuanto más de uno decía que si a la primera se la
tildaba de anglicismo, la sustituta constituía un cuasi galicismo, debido a que balón es palabra de origen
francés. Frente a este dilema, se proponía entonces que, en
"auténtica" lengua española, el deporte de marras debía llamarse más bien
"pelota-pie", opción que, como
es evidente, no utilizan ni siquiera los puristas más recalcitrantes. Lo que no resulta adecuado es incorporarle
una "e" intrusa y decir o escribir
"futebol", porque no sería ni chicha ni limonada, ya que esa
forma corresponde al portugués. Ahora,
si quiere verlo en pequeño formato, con menos jugadores, pelota de menor tamaño
y en canchas de dimensiones más chicas, pues suele hablarse de 'futbolito' o
'futbolín'. Pero también se alude con estos dos últimos nombres a la versión
que se juega en una mesa, para la cual hay, en ciertos países, denominaciones populares;
por ejemplo, 'fulbito', 'metegol', 'futmesa', 'fulbote' y 'tiragol', aunque no
todas aluden a la versión clásica.
Por mucho que les duela a los súbditos de la
reina Isabel, el origen real y verdadero
de este deporte es incierto. Los británicos se precian de haber sido sus
creadores y, para evitar las dudas, hasta le ponen una fecha, 1863, año en que
se funda la Football Association. Y si, con ese argumento, no logran golearnos en el
primer tiempo, lo intentan en el segundo,
aduciendo que el nacimiento del juego se
remonta a siglos anteriores, pero siempre en alguna de sus islas. La verdadera situación acerca de esto es que se
manejan cuatro hipótesis. La primera es
esta a la que ya nos hemos referido. La
defienden, por supuesto, los habitantes y aduladores del Reino Unido, según
ellos mismos, aficionados desde tiempos de la Edad Media a resolver todos sus
asuntos dándole patadas a una bola. Y nada mejor que ese deporte para lograrlo.
La segunda remonta el hecho al siglo XVII y se relaciona con un antiguo juego practicado
por los indios guaraníes. Se dice que, en
lo que hoy es Paraguay, existió una muy antigua misión jesuita llamada San Ignacio Guazú, cuyos indígenas masculinos y machotes solían
salir de la misa de domingo, dividirse
en dos grupos y, sin importar quién estuviese en la portería del templo, dedicarse a patear un balón de goma que nunca podía dejar
de saltar sobre el piso. Los defensores
de esta posibilidad asientan el origen
del deporte en tierra americana y se pasan por el arco lo que puedan argumentar
los ingleses.
La tercera y más general explicación es la de mi
tía Eloína, quien supone que la praxis del balompié debe ser más antigua que el
frío, por cuanto son muchas las personas que en cualquier parte del globo, y en
muchos momentos de la historia, podrían haberse dedicado a patear las esféricas
de un oponente. El deseo de chutarle una
pelota a quien por cualquier motivo no cesa de meternos zancadillas es una tentación
muy explicable, y más que justificada cuando se trata de quienes cada día lo
hacen con saña y sin escrúpulos. Quien lo haya hecho primero debería ser
considerado el fundador.
En
cuarto lugar, si viajamos hasta el origen de los tiempos, también es factible
esgrimir que el fútbol nació el mismo
día en que una serpiente que hacía las veces de árbitro quiso amonestar a Eva
por infractora. Una vez comprobada la falta, la improvisada jueza decretó un penal
o penalti que facultó a Adán para que cobrara e intentara meterle el primer golazo
a su pareja. No se sabe cómo, pero se
rumora que, después de este avento en que la guardameta fue incapaz de impedir
el paso de la bola, la pareja fundadora decidió poner en práctica el tiro libre y, en
consecuencia, no pasó mucho tiempo para que ella decidiera dejar su portería totalmente
desprotegida y, durante el período de descuento, nacieran Caín, Abel, Set y, con ellos, todos los que vendríamos después.
Nota: Con esta crónica, publicada el 10 de junio de 2018 en el diario digital Contrapunto, La duda melódica salió de circulación en la prensa nacional venezolana por cuarta vez. Para no entrar en detalles desagradables, solo hay que decir que ni la ética, ni la dignidad ni la libertad han dejado de ser el norte de mi tía Eloína y su sobrino. Agradecemos a Nelson González Leal el espacio que nos bindó en ese diario y la generosidad y respeto que siempre mostró hacia nosotros.
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