Independientemente de que sea par o impar y, aunque a veces luce como un
óvalo, el cero se ha convertido en Venezuela en un círculo vicioso
"La suma total de los aciertos a veces es
cero y se confunde con lo correcto".
Hay frases que, sin que sepamos de dónde
provienen ni por qué surgieron, parecieran existir para presagiar realidades
que se repiten en diferentes momentos de la historia. Quizás pocos la conozcan
o recuerden pero esta con que hemos iniciado la duda de hoy es una de ellas. Al
parecer es anónima. A propósito de tan acertada premisa, desde hace algunos
años, en Venezuela, no pegamos una con ese fatídico ejemplar en que se ha
convertido para nosotros el cero. Como diría el escritor francés Víctor Hugo, aquí,
cualquier número será cero ante el infinito. Es decir, para los venezolanos mortales
comunes y corrientes, ahora ninguna cifra monetaria vale nada. Y si en algún
momento logramos tomar un airecito con nuestro pírrico salario, será lo que
algún hablante refinado califique como un "viento gástrico en una red"
(traducción popular: "un peo en un chinchorro"). Basta una mínima
fracción de tiempo para que desaparezca cualquier pequeño logro. Esa cifra que forma parte de lo que se denomina
el sistema binario, se ha convertido en una oscura mancha negra de nuestra
existencia cotidiana: cero medicinas, cero alimentos, cero seguridad, cero
servicios, cero cordura... Genera actitudes contradictorias en algunas
personas: si lo necesitan en su cuenta bancaria alimentada con fondos impropios,
desearán aumentarlo a la ene potencia (cerofilia), pero cuando comienza a
multiplicarse en predios que restan votos, se decreta su aniquilación
(cerofobia).
Al momento de definirlo, el Diccionario de la lengua española contiene
seis acepciones. Destacan entre ellas la primera, que alude a su nulidad
absoluta (cualquier cosa multiplicada por cero es cero) y la cuarta, útil para
calificar situaciones particulares relacionadas con la nula consecución y éxito
de algo, como cuando decimos que un gobernante, parlamentario u ocupante de un
cargo público ha tenido "cero aciertos" en sus propósitos.
Se ha dicho además que para algunos es un
número y para otros no, porque supuestamente es "vacío". Hasta en su
origen es curiosa la palabreja. Su
nacimiento en la matemática también es ambiguo: no se sabe si su cuna fue
Babilonia o la India. Dicen los filólogos que llegó al español por la vía del
italiano y a este desde los predios del bajo latín, en el que se coló del árabe,
que a su vez lo absorbió del sánscrito. Trayecto que ha sido para nosotros una
especie de castigo infernal. Como por
arte de una inmerecida maldición, todos los días se suma un cero a la diestra
de nuestro bolsillo y a la siniestra de nuestro salario. En el lenguaje coloquial tampoco tiene muy buena reputación: por
ejemplo, "sacar cero" en los predios académicos es casi equivalente a
pertenecer a la escoria estudiantil; son harto peligrosas las temperaturas
climáticas bajo cero; para referirse a alguien despreciable, ruin, mala gente o
abominable, mi tía Eloína suele decir que ha sido o es "un cer(d)o a la
izquierda".
Tiene alguna familiaridad sonora con el término
"cerebro", pero dicho parecido es un espejismo. La verdadera
asociación vendría porque su forma
ovalada o redonda simula un cerebro sin nada, totalmente hueco o, si contiene
algo, al menos en la cabeza de algunos o algunas, será solamente cerumen.
Se puede aceptar que nos lo asignen en un examen escolar, pero no en uno de
sangre. Aunque en ambos casos el resultado es poco deseable, con el primero nos
ganaremos el calificativo de sinvergüenzas y vagos; con el segundo, podemos
pasar el páramo, pelar bola, dejar el pelero en este mundo.
A despecho de muchos matemáticos, Venezuela
parece ser uno de esos lugares donde no es un "número natural" sino,
más bien, desnaturalizado. Durante las dos últimas décadas ha lucido más que
todo como un maleficio. Cada vez que, en
relación con la moneda y para desgracia nuestra, comienza a multiplicarse fatídicamente
delante de sus colegas, los otros números, pues se acude a algún brujo de la
economía que, como si estuviera en una sesión de santería cubana, inicie el
ritual para quitarlo de ese lugar, con lo que prácticamente, de nuevo, la
vida de la nación debe comenzar de cero. En tales casos, antes que
"conjunto vacío", como lo definen los manuales de aritmética, aunque
se asemeja más a un óvalo, debería llamársele "círculo vicioso".
En fin, en nuestro país, el cero ha vencido la
norma que aprendimos en la escuela; para
quienes vivimos del trabajo real, ya es inútil tanto a la izquierda como a la derecha. Imposible no
dudar de su total y absoluta nulidad. Según
mi parienta, en español hay muchas otras palabras curiosas a las que pudiéramos
asociarlo fonéticamente, porque contienen sus dos sílabas: ce-ro. De vez en
cuando, parte de ese vocabulario podría
servir en el imaginario colectivo para calificar negativamente a ciertas
personas, sobre todo aquellas que recurrentemente y exprofeso nos hacen daño.
Aquí queda una breve lista en orden alfabético, por si alguna vez usted la
necesita para desahogarse:
Alabancero: adulante, lisonjero, principalmente
con los poderosos.
Arrocero: quien busca siempre colarse donde no
lo invitan; es decir, que si le cierran la puerta, aspira a entrar inescrupulosamente
por la ventana.
Calabocero: adicto a los calabozos ... pero
cuando son para otros.
Carnicero: cruel, inhumano, que no se conduele
ante el sufrimiento de nadie.
Chapucero: tosco, ordinario, grosero, soez y,
para colmo, mentiroso.
Chucero: armado permanentemente de un maléfico
chuzo para castigar a los adversarios.
Hechicero: practicante de la hechicería, es
decir, santero chimbo y malintencionado.
Matancero: descuartizador de reses (y de la
esperanza colectiva).
Sobrancero: obeso, excedido en peso, porque se come
todo lo que niega a los otros.
Trapacero: tramposo que recurrentemente engaña
a sabiendas de que lo hace.
-----------------
Publicado originalmente en www.contrapunto.com (01-04-2018).
-----------------
Para ir a mi página profesional, CLICAR AQUÍ
No hay comentarios.:
Publicar un comentario