El 27 de junio se celebra el día del periodista y mi tía
Eloína me ha pedido hacer llegar sus parabienes a quienes ha correspondido
ejercer la tarea de procesar y difundir la información en estos convulsos días
venezolanos. No es soplar y hacer botellas ser periodista en un mundo en el que
no hemos asimilado bien una noticia, cuando ya debemos montarnos sobre la otra.
Mucho menos cómodo lo es cuando la labor periodística de este tiempo viene
aderezada por esa nueva misteriosa y
enigmática variable que se llama Internet. Informarse hoy,
digerir los hechos y divulgarlos sin el apoyo de la Red acarrea el riesgo de
recibir como nuevo algo que ya puede haber envejecido.
Desconoce mi parienta cuántas
universidades nuestras donde se ofrece la carrera de Comunicación Social se han
percatado de que el periodismo contemporáneo está montado en una barca en la
que el supuesto inventor de la imprenta de tipos móviles (Johannes Gutenberg)
ya no es necesariamente el patriarca.
Cada vez que piensa en ello, viene a su memoria la anécdota del
estudiante que alguna vez le relató que
todavía hay universidades en las que la
mecanografía se asume como parte de los
aprendizajes necesarios para un futuro reportero. Ese mismo joven contaba que una
de sus profesoras le aclaraba la necesidad de tal destreza con el argumento de
que si alguno de ellos llegare a ser «corresponsal de guerra», se vería
obligado a regresar a ese viejo recurso de la mecanografía clásica para enviar
sus reportes. «Periodismo de dedos», lo llama mi parienta, diferente al
periodismo digital de esta contemporaneidad.
No basta una excusa como esa para
justificar los pírricos y cada vez más restringidos presupuestos de nuestras universidades
públicas. Casi lo mismo que recomendarle a un aspirante a fablistán acudir al
teléfono de vasito con que jugábamos en la infancia, si por alguna razón le fallara su sofisticado
equipo de la actualidad. El periodismo
actual es un ángel que vuela a la velocidad de la luz. La Web y las redes sociales
ofrecen márgenes temporales muy reducidos para que algún reportero se dé el
tupé de «madurar» demasiado lo que quiere transmitir. Tiene que hacerlo, sí,
pero de forma rápida y eficaz, aglutinando además tres factores ineludibles: equilibrio, ética y
veracidad. Nada menos. Lo dicen
Jean-Francois Fogel y Bruno Patiño en su magnífico libro La prensa sin
Gutenberg. El periodismo en la era digital (2007): «La prensa bajo el régimen de Internet no ha iniciado un nuevo
capítulo de su historia, sino más bien otra historia».
Ya no se hace «diarismo» para una localidad, para un país, ni siquiera
para un continente. Por muy nimios o poco relevantes que puedan parecer, la
noticia, el reportaje e incluso la columna de prensa se escriben para el
planeta. Ni siquiera las barreras lingüísticas son ya una traba para que la
información circule a una velocidad inexplicable hace dos décadas. Los
instantáneos traductores virtuales han acabado también con ese mito. Según
Eloína (que no es comunicadora de carrera sino a la carrera), cualquier periodista
—o persona que aspire a serlo en esta época— debería estar atento no solo a lo
que está ocurriendo en el mundo de la comunicación sino también a lo que viene.
Ha sido tan impactante la irrupción del ciberespacio y de las redes,
que un humilde ciudadano podría tener hoy la oportunidad de ofrecer lo que en el gremio
se denomina un «tubazo» (una primicia). Lo contrario también es mucho más que
posible: cuando un profesional del área cree ser el primero en ayudarnos a
digerir alguna supuesta novedad, pues si espera demasiado, la misma puede
convertírsele en «caliche» (noticia repetida o poco relevante). Un sagaz
bloguero es capaz de derrumbar la aspiración de alguien al Premio Pulitzer. Un
tuitero atento tiene la opción de hacer sacudirse de rabia a una jefa de
redacción o editora de un periódico. Y cualquiera que esté armado con un buen
celular podría ofrecernos una fotografía o un video antológicos. Si aspiran a
ponerse a tono con la era de la virtualidad, las instituciones que ofrecen la
carrera deben estar atentas a que el periodismo digital tiene alas de alto y
muy rápido vuelo. También quienes ya la ejercen habrán de tomarlo en cuenta. Estar
mosca, ponerse pilas, ser los primeros en la fila al momento de verificar la
noticia. Sobre todo, si desean sobrevivir en el terreno de una profesión que
ahora, gracias a la Red, implica mucho más que un título.
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Publicado originalmente en www.contrapunto.com (28 de junio de 2015)
Imagen: Google Images
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