Más allá de
lo nefastas y perjudiciales que puedan resultar, las crisis sociales y
políticas suelen implicar también miradas diferentes y revitalizaciones en
muchos aspectos. Uno de ellos es el lingüístico. Florecen de nuevo y se vuelven
parte del lenguaje cotidiano vocablos y/o expresiones cuyo nivel de frecuencia
de uso es muy inferior en épocas más rutinarias. En este sentido, mucho léxico
ha resurgido con fuerza en este tiempo de convulsión social chilena (entre octubre y diciembre de 2019). Quisiéramos
mencionarlo, recogerlo, agruparlo todo, pero aquí el espacio disponible no lo
permite. Veamos apenas algunas de esas palabras que desde el pasado 18 de
octubre son inevitables en la conversación diaria, en los medios, en las redes
y en los múltiples letreros que leemos en las calles. No es que antes no las mencionáramos; es que ahora
aparecen cada día en cualquier evento comunicativo.
Balín. Se llama así a un pequeño proyectil esférico
disparado con una escopeta de aire comprimido. También es conocido como
perdigón, pero este último suele ser de plomo. El que podría recibir cualquier
manifestante, por muy pacífico que sea, es conocido en el léxico técnico
policial como “herramienta no letal antidisturbio”. Solo hay que haber recibido
alguna vez uno de ellos para darse cuenta de que, si fuera cierto que son de
goma, deben ser de goma “aplomada”. Y lo de “no letal”, depende, principalmente
si, a consecuencia del impacto, pierdes la vista u otro órgano.
Carabinero/a. En el Diccionario de Americanismos (2010), se registra como voz del
español americano, utilizada en Colombia, Bolivia y Chile. Genéricamente, alude
a cuerpos de policía encargados de resguardar el orden público y se les
relaciona con el tipo de armamento que, teóricamente, portan, la carabina.
También se registra para Chile el uso de carabitate,
como voz popular y festiva, quizás sinónimo de paco o paquito. En cuanto
a países no hispanohablantes, son más que conocidos los temibles carabinieri italianos. Alguna
información de prensa mexicana ha hecho ver que hay un proyecto de creación de
una fuerza que se denominará Carabineros
de México, inspirada en los de Italia, y, por qué no, rememorando un
conocido corrido de la revolución mexicana, Carabina
30 30, popularizada en Chile por el grupo folclórico Quilapayún. Una curiosidad final relacionada con este
vocablo es una copla mencionada por el folclorista y bibliógrafo chileno Ramón
A. Laval (1862-1929), en su libro Del
Latín en el Folklore Chileno (1910): Levántate sancte meus / Siéntate en tu potestate
/ Ponéte tus childos mildos / También tus carabitates
/ Véritas y veritates. Según el autor los childos nildos aluden a los calcetines, pero de carabitates no asegura que se refiera a
los zapatos, como alguien le comentara. Lo que sí parece obvio es que, en esos
versos, carabitates no aludía a los
uniformados a quienes tanto vemos en la calle en este tiempo, porque para ese
momento no existían; se crearon en 1927. Lo que sí hemos visto en la tele es
que algunos carabitates tienen mucho
dominio de sus botas cuando reducen a algunos manifestantes en el piso. Misterios
de la etimología.
Paco/a. Relacionada
con el concepto de carabinero/a, no
hay duda de que, independientemente de su muy discutida etimología, el uso del
vocablo paco se ha multiplicado actualmente,
y no para bendecirlos o agradecerles. Podría decirse que se ha extendido por
buena parte de Hispanoamérica para designar despectivamente a los oficiales de
policía. No obstante, son tan “admirados” que, además, varios países los han
bautizado con denominaciones populares como para un estudio léxico amplísimo: botones, cerdo, chapa, chepo, chonte, chota,
guindilla, jura, madero, pasma, picoleto, pitufo, tira, tombo, verde, yuta, etc.
En algunos lugares, varios de esos apelativos aluden más a la institución que a
los individuos; por ejemplo, pasma, yuta,
chota, jara, tira. De lo que no hay duda es de que, sea corporativa o
individualmente, siempre se usan despectivamente y, no importa cómo se llamen
oficial o popularmente, al menos en Latinoamérica, los cuerpos de policía gozan
de muy escaso aprecio social, principalmente cuando hay protestas. No en vano, en estos días aparecen letreros que los recuerdan en
diversos muros de la ciudad: paco
bastardo, paco jalero, paco milico y, por supuesto, no podía faltar el más
festivo, en lenguaje inclusivo, pacx qlx…
El trato despectivo chileno se extiende incluso a los vehículos en los que se
movilizan: guanaco, zorrillo, micro verde,
entre otros.
Guanaco. Si del guanaco-animal se dice que es de los pocos
animales capaces de consumir agua salada y expeler largos escupitajos, del
guanaco-vehículo destaca el rechazo que despierta entre los manifestantes,
debido a que su “saliva” es picante y aderezada con otros desconocidos
ingredientes nada benignos que, incluso, suelen generar alergias en la piel.
Casi resulta un eufemismo decirle formalmente ‘carro lanza agua’. Mejor
quedaría nominarlo ‘agua-naco repelente’.
Zorrillo. Vehículo lanza gases cuya designación proviene
de su “semejanza” con el animal del mismo nombre (también conocido como mapurite, mofeta o chingue). Ambos expelen gases. Los del zorrillo-animal provienen de
sus glándulas anales y la fetidez es tanta que suele alejar a cualquiera que
intente acercarse; los del zorrillo-vehículo proceden de una cisterna o balón,
pero cumplen el mismo papel del anterior. Por muy pacífico que sea, no debe
haber manifestante que no haya tenido alguna ingrata experiencia con el
zorrillo-vehículo. Con el otro, no lo sabemos.
Gasear. Verbo que se utiliza como sinónimo de
‘gasificar’. El Diccionario de la lengua
española es muy claro al definirlo: “someter [a la gente que protesta] a la
acción de gases asfixiantes, tóxicos, lacrimógenos, etc.” Es decir, alude a la
sustancia que arroja el zorrillo-vehículo, no importa si en forma global, desde
una cisterna, o en “pequeñas dosis” como las contenidas en las bombas
lacrimógenas disparadas con una escopeta.
Lacrimógena. Se trata de un adjetivo que algunas
veces se usa como nombre (lanzaron varias lacrimógenas). Etimológicamente proviene de la forma latina lacrĭma. Aunque se
escucha mucho e incluso se lee en algunos diarios, no es adecuada la forma *lagrimógena (con ‘g’). Nadie duda de que sacan lágrimas (y no precisamente de
cocodrilo), pero no por ello debe asociarse fonéticamente con ‘lagrimeo’.
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