Los viciosos «concañeros»
de mi tía Eloína andan en estos días totalmente polar-izados. A tono con la
situación que desafortunadamente ya se ha hecho costumbre en el país, se han
dividido en dos grupos bien diferenciados y cada cual con una noción distinta
sobre las bondades y verdades de la cañandonga. Lo único que los une es la
consigna que han tenido desde siempre como emblema común todos los bebedores:
en el bar la vida es más sabrosa.
—Bueno, era sabrosa, —los
corrige mi parienta— porque si no eres cervecero, ahora para cumplir con tus «beberes»
tienes que pagar una bola de billete y parte de la otra. Si no te gusta empinar
el codo con el lúpulo fermentado, pues a beber guarapita o sangría caroreña, si
acaso, porque vino y ron ni de vaina y escocés o vodka ni para remedio.
La situación ha sido
motivada por la medida gubernamental de elevar los impuestos a las bebidas
preferidas por el dios Baco, lo que las ha elevado al nivel de esa nueva modalidad
económica a la que ahora se llama dólar marginal. Aclaro, todas las bebidas excepto una,
justamente la que más ha contribuido a polarizar el país, la cerveza. Lo que
significa que, como sigamos así, apenas podrán sobrevivir en un futuro los
beodos bipolares.
Agreguémosle que corre por
todos los botiquines el murmullo según
el que tampoco podrás consumir el güisqui al que antes los amigos bromistas
denominaban «gasolina» —o sea, el que siempre fuera baratón—, porque, según el
gobierno también la gasolina será alcanzada pronto por la avalancha de precios injustos
a que ya nos estamos acostumbrando.
Un verdadero golpe a la
salud de quienes, para no enloquecer con tantos anuncios y «desanuncios»
diarios, utilizan algunos de esos líquidos espirituosos como medicamentos
desestresantes, vasodilatadores, antipiréticos o antibióticos. También
conseguir medicinas hoy en Venezuela implica hacer rondas desesperantes por las
farmacias y no siempre tenemos éxito.
Algo ha de hacerse para evitar tan complicada situación. Caña cara y
medicinas ausentes es como demasiado. Lo sensato sería que se busque una
solución, ¡un remedio!, que disipe ambos problemas, el de las bebidas y el de los
medicamentos escasos, mediante una solución concertada (entre los borrachos y
los enfermos).
La salida salomónica que sugiere
mi parienta es que se implemente alguna ley húmeda (que sirva de contraparte a
la ley seca) según la cual, los fines de semana y en temporadas vacacionales,
podamos adquirir en las farmacias bebidas espirituosas a menor costo —puesto
que serían dosis mínimas— convertidas en tabletas, cápsulas, jarabes, bálsamos
o ungüentos. Que cierren los establecimientos expendedores de medicamentos en
esos días no importaría mucho, siempre que también se les conminara a instalar
en sus fachadas ventanillas dispensadoras a las que, a falta de mejor nombre,
podríamos llamar cañeros automáticos.
Un remedio rápido y efectivo para superar tanta dolencia cotidiana. *
@dudamelodica
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*Publicado originalmente en el diario digital Contrapunto.com / 22-02-2015. Se reproduce aquí con permiso del editor. Imagen aportada por Contrapunto: original del caricaturista Rodolfo Linares
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