«Que su boca sea la medida de sus lenguaradas». Eso solía decir
mi tía Eloína a quienes le recriminaban
algo con alguna palabreja rebuscada o fuera de lugar. Es lo que se vive en estos días: la
proliferación de palabras que antes significaban una cosa y ahora cualquier
alcamonero las utiliza con sentidos más trastocados que góndola veneciana en el
río Guaire.
La palabra guerra,
por ejemplo, tiene ahora tantos
calificativos y significados que ya da temor utilizarla. Aparte de las
archiconocidas guerras mundiales y de las civiles, hay más tipos de guerras (y de guerreros) de las que registran los
diccionarios. En los sesenta del siglo pasado, familiares y amigos de los
soldados estadounidenses que fueron forzados a alistarse para la absurda guerra
de Vietnam pregonaban hacer el amor y no
la ídem. Los nietos de ahora dan la guerra pareja porque hacen perder la
paciencia a cualquiera. Un antiguo
comercio venezolano se promocionaba atacando la guerra de precios. «¡Guerra es
guerra!» le decimos a la madura fémina con la que deseamos un acercamiento
amoroso y, si se pone muy dura, pues le espetamos que «en la guerra vale todo».
Guerra es un antiguo juego de cartas. Y es el apellido de un siempredeclarante
«terconomista» venezolano y de Juan
Luis, el merenguero dominicano.
Sin embargo, el
Diccionario de la Lengua Española (DILE) solo registra tres significados para
el vocablo guerra: el más general
(enfrentamiento) y otros dos (guerra abierta y guerra a muerte). No obstante, en estos aciagos y angustiosos
días venezolanos se escucha o se lee que, sin desparpajo, cualquier entrevistado
de medio pelo se ensaliva las comisuras de los labios hablando de guerras de baja, mediana y alta
intensidad, de guerras (a)simétricas y a cualquier otra vaina la tildan de «guerrosa» o
«guerrerosa».
La guinda de todo esto es la que ha buscado cambiarle el sentido
original a las palabras cola y fila para darles el significado de
«guerra». Según eso, vivimos en una constante, contante y sonante situación de
guerra cotidiana. No es propiamente una guerra fría porque a las colas acudimos bien calientes. Hoy juego a la guerra en el súper Tal, dice el
ama de casa preocupada por la falta de azúcar. Mañana haré el amor y no la
guerra en el automercado Cual, aduce el tramposo bachaquero. «Prohibidas las
guerras nocturnas» han decretado algunos gobernadores. «¡Soy de la tercera edad, tarúpidos, necesito
lubricante para hacerle la guerra a mi mujer! », escuché decir a un señor
mientras le reclamaban estar coleándose para comprar aceite vegetal.
Y el chino de mi
barrio, propietario de la taguara Abasto Mao, se dejó de bromas y para
conservar sus buenas relaciones con la inmensa cantidad de guerreros que desde
la madrugada pueblan las afueras de su
campo de batalla (es decir, de su establecimiento), ha puesto un letrero que no
deja lugar a dudas:
«Lespetados guelelos coleros y coleados, contad con una «helmosísima» leplimenda de
las fuelzas del olden aun siendo inocentes buscadoles de pañal, halina
plecocida, detelgente, aló chino o papel pa limpiá la colita».
@dudamelodica
------------------------
Fuente: publicado originalmente en www.contrapunto.com 08/02/2015 Caricatura original de Rodolfo Linares